jueves, marzo 09, 2006

La hora de Guerra


El proyecto de reforma del estatuto de autonomía de Cataluña ha llegado a la Comisión Constitucional del Congreso. Si del gobierno depende, se convertirá en una nueva estación en el lamentable via crucis al que se está sometiendo a las instituciones democráticas y al estado de derecho. Primero se anuncia por el presidente que se aprobará lo que el Parlamento de Cataluña envíe, sin conocerlo. Luego se pacta en secreto con el líder de la oposición catalana un texto que los ciudadanos desconocemos. A continuación se aprueba a uña de caballo, sin aceptar una sola enmienda, ni siquiera técnica, de la oposición popular. Y ahora se pretende aprobar en comisión para que pase al pleno cuanto antes, se vote por capítulos para no entrar en el análisis de cada artículo, y finalmente se someta a referéndum “bastante antes del verano”, según Maragall. Y el verano empieza, si no recuerdo mal, el 21 de junio. Es decir, que el texto que ha de regir durante muchos años (eso pretenden que creamos) los destinos de una de las más prósperas regiones de España, y que además altera sustancialmente la estructura política del conjunto de la nación, ha de ser aprobado a velocidad de vértigo para que no llegue a enterarse el “pueblo llano” de lo que le están administrando.

La Comisión Constitucional la preside Alfonso Guerra, uno de los padres de la Constitución de 1978, persona que se ha pronunciado no hace muchas semanas de forma muy contundente sobre el contenido claramente anticonstitucional (inconstitucional es otra cosa) de este texto estatutario. De su talante a la hora de dirigir los debates, de su propio voto incluso, inferiremos a qué da más importancia: si a la disciplina partidista que le permite mantener el sillón, o a sus convicciones, expresadas de modo inequívoco en esa reciente entrevista.
Es hora de ir retratándose; es el momento de que los famosos “barones” socialistas (por cierto, qué denominación tan poco obrera) vayan agachando la cabeza bajo las horcas caudinas del implacable poder zapateril, o en un postrero gesto de dignidad manifiesten su verdadera opinión y obren en consecuencia, bien encabezando una rebelión interna mediante su voto contrario, bien abandonando los cargos que les exigen tamaña servidumbre. Pronto le tocará a Bono, pero éste es el momento de Guerra. Don Alfonso, todas las miradas están puestas en usted, que tantas veces ha sido considerado como referente ético de la izquierda española.
Germont

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