martes, enero 24, 2006

Noche de insomnio


Son las tres de la mañana. Llevo horas dándole vueltas. He oído a Pérez Rubalcaba en una entrevista que le ha hecho Mónica Terribas en TV3, La Nit al día .

Como dicen los heavy, Rubalcaba es “el puto amo”. Es un auténtico genio. Ha estado sublime, inigualable. No tenemos nada que hacer ante rivales así. Ni Acebes, ni Zaplana, ni puñetas. No sé cuánto gana, pero lo que el PSOE le debe a Rubalcaba no se paga con todo el oro del mundo. Mientras le oía, y dándole vueltas después a los últimos acontecimientos, llego a la conclusión que, definitivamente, hemos perdido la guerra. El PP está fuera de la realidad, por una razón muy sencilla: la realidad ha cambiado. Zapatero ha cambiado la realidad, la legalidad, la sociedad, en apenas dos años de mandato. Le ha dado la vuelta como a un calcetín. No sé dónde está su mérito, de verdad. Será en un carisma que yo no sé verle, o en una capacidad hipnótica para seducir a sus interlocutores, o en la firmeza de sus convicciones, por absurdas y temerarias que sean. O en la conjunción de todo ello, unido a la ausencia de parecidos factores en el bando opuesto. No lo sé. Pero no podemos cerrarnos por más tiempo a la evidencia: este tío ha cambiado España en 18 meses. De forma irreversible. Y mientras no asumamos esto, por injusto, ilegal y hasta golpista que queramos considerarlo, no avanzaremos hacia una posibilidad, hoy remota, de volver a gobernar.

Es como si un equipo estuviese disputando un igualado partido de fútbol y, tras el descanso, regresa al campo y se encuentra que en vez de césped hay parqué, en vez de porterías canastas, y el balón ya no se patea, sino que se juega con las manos. Y nosotros con las botas de tacos, resbalando sobre la madera y diciéndole al árbitro “oiga, que estábamos jugando al fútbol...”. Y el árbitro que sí, que vale, pero que las cosas han cambiado, que la gente quiere baloncesto, que se ha reunido en el descanso con el público y con unos cuantos portavoces y que se ha decidido cambiar de juego. Y no solo eso, sino que además hay otros equipos jugando en nuestro lugar, con lo cual no nos necesitan para nada, porque han montado su propia liguilla. “Vosotros mismos: o jugáis con estas reglas nuevas, que son las nuestras, u os quedáis fuera”. Y la grada, desconcertada al principio, protesta tímidamente, pero poco a poco va siguiendo las evoluciones del nuevo juego, y empieza a aplaudir una jugada que le gusta, otra que le sorprende por su audacia, descubre un nuevo juego que de entrada le seduce por eso, por la novedad, y por su extrema movilidad, y poco a poco va desoyendo las protestas de los futbolistas que, en un rincón, claman por la injusticia de que les hacen objeto. Por supuesto, hay una parte importante de la grada que está con ellos pero, acostumbrados a respetar las normas y las formas, no se atreven a saltar al terreno de juego e interrumpir ese partido, a todas luces fraudulento. Y los grandes marcadores simultáneos reproducen las muecas crispadas y tensas de los futbolistas irritados, mientras en la cancha, en contraste, el juego se desarrolla alegremente y la gente comienza a preguntarse “¿porqué no hemos empezado a jugar antes al baloncesto?”.

El PP está totalmente fuera del nuevo orden social y político creado por Zapatero. Las reglas anteriores ya no valen. Probablemente tampoco los líderes, aunque me duela decirlo. No porque no sean personas absolutamente respetables, honestas y brillantes. Sino porque son practicantes de un deporte que ya no se juega. La reforma es irreversible. Aunque en un golpe de suerte el PP ganase por mayoría absoluta las próximas elecciones, aunque Zapatero se muera mañana, ¿alguien en su sano juicio cree que derogaría el estatuto de Cataluña, el que venga a continuación en Euskadi, la ley de matrimonios homosexuales, etc.? Es sencillamente imposible. Zapatero ha consumado la revolución, con todas las letras. Y podemos pensar con cierto conocimiento que estos polvos, a largo plazo, traerán a la larga los lodos de la desmembración de España y hasta del enfrentamiento. Pero como decía ayer Rubalcaba a no sé qué medio... ¿quién sabe cómo será Europa dentro de 30 años? Hoy la situación es ésta. Las reglas han cambiado, y el PP no las conoce ni reconoce. Pero ahí están. Y como el dinosaurio del cuento, seguirán ahí por mucho que cerremos los ojos y los volvamos a abrir.

Zapatero ha puesto en marcha el mismo principio que Laporta denomina en su club “el círculo virtuoso”. Que básicamente tiene un punto de partida sencillísimo: todo es posible, todo puede hacerse si existen la voluntad y los medios. Zapatero ha emprendido, piqueta en mano, las obras de derribo de todo cuanto ha encontrado a su paso, y no ha hecho más que empezar. No hay puerta, ni muro, ni tabique infranqueable o digno de respeto: todo cuanto estorba a sus designios es removido, derribado, abatido o demolido. A muchos les seduce esa infantil y hasta ahora nunca vista rebeldía de quien nada respeta. Esto solo era propio de líderes minoritarios, de eterna oposición, Nunca un gobernante había sido tan dramáticamente fiel a sus convicciones, y había trasladado con tanta literalidad sus designios, por demenciales que sean, a la praxis gubernamental. Que si las tropas de Irak... ¡de vuelta ya, y si se cabrea Bush mejor! Que si el Plan Ibarreche... ¡que se debata y se devuelve a Vitoria! Que si los homosexuales ... ¡matrimonio para todos! Que si el estatuto catalán... ¡que me lo manden como quieran que lo saco adelante! Que si el terrorismo... ¡les ofrezco yo la tregua antes de que ellos hagan siquiera un gesto y zanjamos el problema aunque sea rindiéndonos! Que si la OPA... ¡por cojones! No sé si el anillo de Gyges que metaforiza Pedro J. es el símil adecuado. Más bien el nudo gordiano, aunque Zapatero no es sin duda Alejandro. Pero la actitud de cortar por lo sano el nudo, sin respetar la norma ni la tradición, la chulería infinita, sí se reconocen en Zapatero.

Ya no hay referencias, ni norte ni sur, ni límites del terreno de juego. Y el PP no sabe jugar así. Es lógico, por otra parte. Pero en nuestra sociedad modelo crónicas marcianas, esta actitud seduce, se aplaude, se vitorea, se jalea la siguiente embestida. Es como si mayo del 68 hubiese reaparecido bajo los adoquines, o a través de las zanjas de Gallardón, y lo que era entonces privativo de jóvenes inconformistas, rebeldes e irresponsables que quemaban coches, se encuentra ahora en el BOE. Si a ello le añadimos un ansia infinita de poder, y un entorno depredador que intuye en la nueva faz del líder la posibilidad de eternizarse en el poder, el horizonte es sombrío.

En consecuencia, para mí está dramáticamente claro que el PP pasará lustros en la oposición, que aún no ha tocado fondo, que el tsunami puesto en marcha por Zapatero arrollará aún algunos de los buques insignia de la derecha, y que lo mejor que podemos hacer es regresar a los cuarteles de invierno y dedicar todos nuestros esfuerzos a rearmarnos moralmente con argumentos, programas, ideas, rostros y técnicas de comunicación adaptados a las nuevas reglas. Tanto tiempo como haga falta. Y cuanto antes empecemos, mejor.



Germont

































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