La lengua no conforma ninguna identidad nacional
Irene Lozano ha ganado el Premio Espasa de Ensayo con un libro muy polémico y contracorriente, Lenguas en guerra, que la autora no duda en inscribir en la «corriente antinacionalista».
La lingüista y periodista denuncia el uso de la lengua como un arma política por parte de los nacionalistas. «Los nacionalistas han querido menoscabar el uso de la lengua común escudándose en el insidioso concepto de la lengua propia», asegura. Ese menoscabo es simbólico en el ámbito político: en el Parlamento catalán no se habla nunca en español, cuando representa a una sociedad bilingüe. Y real en la educación: en Cataluña es difícil matricular a los hijos en un centro que utilice el español como lengua de enseñanza.
Yo creo que no existe una guerra de lenguas entre los hablantes, entre los ciudadanos, pero los nacionalistas sí las utilizan como instrumentos de sus batallas políticas. Los nacionalistas catalanes son los que han marcado la línea al País Vasco y Galicia, incluso a Valencia y Baleares, de cómo tiene que ser el nacionalismo lingüístico.
La consideración como lengua propia del catalán, el gallego y el euskera en sus respectivas comunidades deja al español como una lengua ajena, porque lo que no es propio es ajeno. Cada estatuto fue definiendo sus lenguas como propias, pero no fue hasta 1998 cuando la ley lingüística de Cataluña la definió como concepto jurídico, lo que significó que el catalán se convirtió en la lengua de la enseñanza y de la administración
¿Qué tiene de especial el uso de la lengua gallega? Tiene la peculiaridad de que ha sido la más amable, la menos beligerante. Siendo una lengua más implantada y enraizada en la sociedad que el catalán, no se ha usado políticamente tanto, por factores históricos y sociales.
¿Puede cambiar esto con la llegada de un partido nacionalista, como es el BNG, al poder? No sé si van a seguir los pasos de Cataluña, pero hay algunos síntomas que podrían indicarlo. Ahora la gente está muy escandalizada por la inclusión del deber de conocer el catalán en el Estatuto. Pero en la ley de normalización lingüística gallega de 1983 ya figura que los ciudadanos deben conocer las dos lenguas oficiales. Si esa obligación se hubiera administrado por un gobierno nacionalista, se habría notado en esos 20 años. Como no ha sido así, se ha reducido a algo simbólico.
¿Qué riesgos entraña entonces el Estatuto catalán? Básicamente, el deber de conocer la lengua catalana lo que supone es un filtro a la hora de que la gente pueda acceder a ciertos puestos de trabajo en la administración. Pero me temo que un gobierno catalán como el actual pudiera servirse de ese artículo para tratar de imponerlo en la empresa privada.
¿La lengua propia es una de las señas de identidad de las naciones? Yo creo que la lengua no conforma ninguna identidad nacional. El hablar una lengua no presupone una distinta concepción del mundo, como mantiene el determinismo lingüístico, que afirma que la lengua condiciona el pensamiento y lo modela de tal manera que diferencia a los hablantes de lenguas distintas. Lo que trato de demostrar, siguiendo las teorías de Chomsky, es que el uso de una lengua u otra no tiene ninguna consecuencia en el cerebro, ni en el pensamiento, ni en el carácter, ni en el espíritu del hablante.
¿Está de acuerdo con que las lenguas minoritarias deben preservarse? Sí, pero también se debería fomentar un discurso que ahora ha desaparecido del mapa; que compartir una lengua supone muchas ventajas.
Pero, si no se favoreciera al vasco, éste correría el riesgo de desaparecer. -Sería una pena que se perdiera porque es una lengua singular. Pero también aquí hay tópicos que funcionan de una forma muy eficaz. El euskera tiene ahora mismo unos 600.000 hablantes y los expertos calculan que para que una lengua desaparezca a medio plazo, es decir en 150 años, debe tener menos de 100.000.
«El discurso nacionalista pasa por ser progresista y defensor de las minorías, pero en el fondo es el patrioterismo más rancio y más derechoso», afirma Lozano
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