Qué estupendo sería poder estar preocupada por la industria, el empleo, el turismo, las infraestructuras o el Plan Galicia de... Lamentablemente todos estos temas -los que realmente deberían preocupar a los políticos- importan poco o nada ahora!.
En Galicia, como en el resto de España, viene fraguándose desde hace más de tres una maniobra de acoso y derribo al gobierno actual. No es difícil suponer que el hundimiento del Prestige causó un daño notable aquí. No conviene olvidar que la plataforma “Nunca Máis” fue auspiciada por el Bloque Nacionalista Gallego a quien el PSOE y distintos grupúsculos izquierdistas se unieron para iniciar las algaradas callejeras tan de moda en toda España en los meses siguientes. Nuestro actual presidente del gobierno se estrenó en la labor pancartera precisamente en Santiago.
Tampoco es irrelevante el hecho de que, a pesar de exhibir un balance de resultados más que aceptable en la labor de gobierno, el PP no ha sido capaz de renovarse, hasta el punto de presentar como candidato a un hombre de 82 años que había prometido hasta la saciedad retirarse al final de esta legislatura. Reconozcámoslo. El PP de Galicia está hecho unos zorros. Fraga es el candidato a la presidencia de la Xunta porque era la única persona aceptada por todos los sectores del partido.
Todas estas cuestiones pasan a un segundo o tercer plano cuando nos centramos en la cuestión nacional, cuando valoramos qué podría pasar si un gobierno nacionalista-socialista accede al gobierno de la tercera mal llamada comunidad histórica de España.
Sabemos perfectamente a quién tenemos en La Moncloa. El Presidente del gobierno ha sido incapaz de aclarar en un año a dónde quiere llevar a España.
Todos somos plenamente conscientes de qué está pasando en Cataluña. Lo del País Vasco no tiene nombre. El BNG es una coalición nacionalista, marxistaleninista y con un grupo nada despreciable en cantidad de independentistas. Huelga decir que su antiguo líder, José Manuel Beiras, fue uno de los promotores y firmantes de la declaración de Barcelona. El BNG tiene dos diputados en el Parlamento Nacional. Votaron la investidura del Rodríguez Zapatero. Socialistas y nacionalistas o, si lo prefieren, los nacional-socialistas gallegos no dejan de hablar de “mayores cotas de autogobierno”, “reforma del estatuto”. Y otras lindezas bastante elocuentes.
Alguien dijo alguna vez que la política hace extraños compañeros de cama. Resultaría chocante- si nuestra capacidad de sorpresa no estuviese ya agotada- que un grupo marxista-leninista fuese capaz de llegar a acuerdos (incluso a una coalición electoral, GALEUSKA) con eso que con desdén se denomina la “derechona” más rancia de España, el PNV. No es menos estupefaciente que el conglomerado democristianoconservador-nacionalista-progresista o no se sabe qué de CIU dé la mano a los dos anteriores. No en vano, el PNV además de pactar con ETA en Estella, ha gobernado en coalición con los comunistas vascos. Lo dicho, estupefaciente.
Aún a riesgo de ser calificada de maniqueísta, temo – y lamento decirlo- que el panorama político español se divide en dos bandos: el de los que defienden la unidad nacional de España y el de los que quieren acabar con el país. Decidan ustedes dónde está el PSOE actualmente.
Así las cosas y volviendo al primer párrafo de este escrito, lo que está en juego en las elecciones gallegas no es la gestión del dinero público o los servicios a los ciudadanos. En Galicia, el próximo mes de Junio, nos jugamos el futuro de Galicia y el de toda España con la apertura de un nuevo frente que podría desestabilizar la nación aún más. Que nadie se engañe: el mayor enemigo del progreso económico y social es la inestabilidad política. Está en nuestra mano impedir que esto ocurra. El PP de Galicia no es una panacea pero, con una situación tan grave como la descrita, sin duda es el mal menor.
En Galicia, como en el resto de España, viene fraguándose desde hace más de tres una maniobra de acoso y derribo al gobierno actual. No es difícil suponer que el hundimiento del Prestige causó un daño notable aquí. No conviene olvidar que la plataforma “Nunca Máis” fue auspiciada por el Bloque Nacionalista Gallego a quien el PSOE y distintos grupúsculos izquierdistas se unieron para iniciar las algaradas callejeras tan de moda en toda España en los meses siguientes. Nuestro actual presidente del gobierno se estrenó en la labor pancartera precisamente en Santiago.
Tampoco es irrelevante el hecho de que, a pesar de exhibir un balance de resultados más que aceptable en la labor de gobierno, el PP no ha sido capaz de renovarse, hasta el punto de presentar como candidato a un hombre de 82 años que había prometido hasta la saciedad retirarse al final de esta legislatura. Reconozcámoslo. El PP de Galicia está hecho unos zorros. Fraga es el candidato a la presidencia de la Xunta porque era la única persona aceptada por todos los sectores del partido.
Todas estas cuestiones pasan a un segundo o tercer plano cuando nos centramos en la cuestión nacional, cuando valoramos qué podría pasar si un gobierno nacionalista-socialista accede al gobierno de la tercera mal llamada comunidad histórica de España.
Sabemos perfectamente a quién tenemos en La Moncloa. El Presidente del gobierno ha sido incapaz de aclarar en un año a dónde quiere llevar a España.
Todos somos plenamente conscientes de qué está pasando en Cataluña. Lo del País Vasco no tiene nombre. El BNG es una coalición nacionalista, marxistaleninista y con un grupo nada despreciable en cantidad de independentistas. Huelga decir que su antiguo líder, José Manuel Beiras, fue uno de los promotores y firmantes de la declaración de Barcelona. El BNG tiene dos diputados en el Parlamento Nacional. Votaron la investidura del Rodríguez Zapatero. Socialistas y nacionalistas o, si lo prefieren, los nacional-socialistas gallegos no dejan de hablar de “mayores cotas de autogobierno”, “reforma del estatuto”. Y otras lindezas bastante elocuentes.
Alguien dijo alguna vez que la política hace extraños compañeros de cama. Resultaría chocante- si nuestra capacidad de sorpresa no estuviese ya agotada- que un grupo marxista-leninista fuese capaz de llegar a acuerdos (incluso a una coalición electoral, GALEUSKA) con eso que con desdén se denomina la “derechona” más rancia de España, el PNV. No es menos estupefaciente que el conglomerado democristianoconservador-nacionalista-progresista o no se sabe qué de CIU dé la mano a los dos anteriores. No en vano, el PNV además de pactar con ETA en Estella, ha gobernado en coalición con los comunistas vascos. Lo dicho, estupefaciente.
Aún a riesgo de ser calificada de maniqueísta, temo – y lamento decirlo- que el panorama político español se divide en dos bandos: el de los que defienden la unidad nacional de España y el de los que quieren acabar con el país. Decidan ustedes dónde está el PSOE actualmente.
Así las cosas y volviendo al primer párrafo de este escrito, lo que está en juego en las elecciones gallegas no es la gestión del dinero público o los servicios a los ciudadanos. En Galicia, el próximo mes de Junio, nos jugamos el futuro de Galicia y el de toda España con la apertura de un nuevo frente que podría desestabilizar la nación aún más. Que nadie se engañe: el mayor enemigo del progreso económico y social es la inestabilidad política. Está en nuestra mano impedir que esto ocurra. El PP de Galicia no es una panacea pero, con una situación tan grave como la descrita, sin duda es el mal menor.
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