¡Inútil, inútil...!
Pero a lo que iba: los partidos políticos se gastan fortunas ingentes en la contratación de gabinetes de prensa, estudios de mercadotecnia, publicistas excelsos, diseñadores de postín y gurúes diversos para dar con aquella fórmula mágica, aquel eslogan, aquella imagen, aquella frase demoledora que, en su brevedad, lo diga todo, sea para ensalzar al candidato propio, sea para demoler al contrario.
Los manifestantes lo consiguieron de forma improvisada, simple, barata y eficaz: una sola palabra atronó la Carrera de San Jerónimo, dirigida al Presidente del Gobierno. Debió dolerle más que cualquier otra que le hayan dicho nunca. Los cientos de manifestantes se pusieron a gritar a coro “¡inútil, inútil, inútil,...!”. Qué evidencia, pero al mismo tiempo qué capacidad de síntesis. Parece mentira cómo esas tres sílabas condensan la verdadera esencia de Zapatero, la que explica el porqué del irremisible hundimiento al que nos está abocando si no le echamos pronto. Nunca un presidente había sido perseguido al grito de “inútil”. Les han llamado de todo, hasta lo más sangrante, como asesino, sectario, traidor,… Pero cómo duele eso de inútil.
Debe ser eso que llaman la sabiduría popular. Algo parecido a lo que me dijo un anciano familiar no hace mucho, con ese aplomo que dan los casi 90 años: “este tío está acabado el día que alguien en el Congreso le espete ‘Zapatero, a tus zapatos’. A partir de ese día, no podría salir a la calle sin que la frasecita retumbase en sus oídos”. El problema es adivinar cuáles pueden ser los zapatos de este hombre inútil, para devolverle a ellos. Pero lo de inútil ha de ser un lema que en lo sucesivo encabece todas las manifestaciones, que no serán pocas, contra el personaje. Ni siquiera puede ofenderse: no es un insulto; es una descripción.