Relativismo y certidumbre
(Contestando a Fernando Pascual *)
Relativismo y certidumbre
He leído con atención el artículo de Fernando Pascual “Relativismo, verdad y democracia”.
Lo puedo calificar de excelente pero comprendo que la limitación de espacio no le permite extenderse más.
Yo le quiero contestar, con sus mismas dificultades de espacio, ampliando lo que el relativismo supone sin adscripción a religión alguna.
Para ello me basaré no en palabras de místicos más o menos reconocidos; pretendo hacerlo desde el punto de vista estrictamente humano en el cual se pueda aprehender y entender su entorno.
Creo que un problema fundamental de nuestra sociedad, llamada occidental, es la divulgación del conocimiento como si de una mercancía se tratara. Así asimilado, todo es relativo y todo depende de que la mercancía responda a nuestras expectativas; y si no ocurre así, ahí están los ‘demás’ mayoritarios que nos dicen que incurrimos en error (léase: democracia).
Se me podrá tachar de simplista, pero con tal argumentación he dejado callado a más de un relativista. Si la cuestión sigue, pues se me argumenta en un sentido de la conciencia de la relatividad personal, entonces acudo a algo tan grandioso como es el LHC (Large Hadron Collider); es decir, el gran reto europeo para encontrar lo que los más agnósticos llaman “la partícula de Dios”, científicamente conocido como el bosón de Higgs; es la partícula con la que se pretende definir porqué la materia contiene masa.
Es curioso que una cuestión que exige unos niveles intelectuales de comprensión nada o escasamente comunes se transforma en una noticia como si el resultado del choque entre protones a una velocidad superior al 99% de la velocidad de la luz fuera tan comprensible y definitorio como el resultado del campeonato del mundo de futbol; puede ganar uno u otro; el resultado será discutible, pero también será indubitado.
Con nuestro experimento LHC nos sucede lo mismo; están los que creen firmemente en encontrar tal bosón, y quienes no… pero… lo singular es que todos se detienen en una billonésima de segundo, más o menos, de producida la ya estandarizada, por aceptada, explosión del Big-Ban.
Pero observad, amigos lectores, no dicen nada del instante cero; hablar del cero les extrae de la física y lo cuantificable, para introducirles en la filosofía del absoluto: el cero: la nada.
Sólo una conciencia de nuestra finitud en conocimientos, pues finitos somos, nos puede llevar a la abstracción sobre la infinitud; y ello es ni más ni menos, que algo desconocido, algo inaprensible pero que existe; unos le llaman demiurgo, otros Dios en distintos idiomas pero, todos en común, en que existe algo superior.
En mi personal vacilar siempre he llegado a la conclusión que para cualquier ser humano capaz de razonar le debe resultar más difícil ser ateo que gnóstico; lo contrario también es cierto según mi punto de vista: si no hay razón, todo es relativo.
Pero lean las noticias que producirá el experimento LHC; no les extrañe leer un titular como el de El País – (no fue el único europeo)- cuando Stephen Hawking, nuestro más apreciado Nobel de Física, publicó su libro “Una breve historia del tiempo”; con tipografía de gran tamaño nos dijo:
“Por fin un Nobel demuestra que Dios no existe”
Y es que es más cómodo ser ajenos al absoluto o al infinito; son conceptos molestos.
Ángel, el 26 de Octubre de 2008
* http://www.aragonliberal.es/noticias/noticia.asp?notid=16811&menu=3
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