¡Euskadi nos roba!
Por Antonio Jaumandreu
Ahora resulta que cuando alguien por primera vez se lanza a publicar balanzas fiscales, vieja aspiración del nacionalismo catalán (que no del vasco, luego se verá porqué), las cifras no arrojan los resultados esperados.
El BBVA ha publicado un estudio que demuestra, oh cielos, que el contribuyente madrileño es el que más aporta a la solidaridad interterritorial. Las reacciones han sido diversas: desde un vástago de Pujol que no ha tenido mejor ocurrencia que animar a Madrid a sumarse a la reclamación de una nueva financiación, hasta quienes reprochan total falsedad al estudio, por omitir según dicen determinadas inversiones en aeropuertos y museos.
La primera consecuencia de todo ello, y probablemente la única que se pueda sacar en claro al final, es que lo de las balanzas fiscales es una auténtica filfa. De entrada, porque no hay un método comúnmente aceptado que permita llegar a unas conclusiones objetivas, sino que, como en el gazpacho, cada uno tiene su receta que probablemente vendrá dada por el interés político que le guíe. Aunque en honor a la verdad hay que decir que merece aparentemente mayor credibilidad el informe de una entidad bancaria en principio neutral que el de una fundación presidida por un destacado dirigente de ERC.
La segunda conclusión es que, como habitualmente sucede con el nacionalismo, la discusión es inacabable por mucho que los datos se desplomen de forma aplastante sobre sus argumentos. Hasta ahora, las balanzas fiscales serían la revelación máxima, definitiva, total, que acabaría por dejar en evidencia al estado opresor. Ahora resulta que no está tan claro, sino más bien lo contrario… pues no pasa nada, vamos a otra cosa y sigamos lamentándonos, no sea que la realidad de las cifras, una vez más, nos chafe el espléndido banderín de enganche del victimismo y el expolio, esa leyenda urbana…
En tercer lugar, obtenemos la demostración palmaria de que los nacionalismos no pretenden sino la destrucción del Estado, y para nada la equidad en el reparto. No siendo así, sería lógico esperar que los catalanistas clamasen ahora contra la comunidad vasca, que merced a unos privilegios que podemos calificar sin exageración de feudales, insolidarios, abusivos e injustificados, acaba resultando beneficiaria neta en el reparto del pastel. O sea, que una de las comunidades más ricas e industriosas de España (y una de las que más se queja de la opresión española) recibe cada año dinero de las demás comunidades, en lugar de aportar. Quizá debieran los nacionalistas catalanes modificar el objetivo de sus iras y sus reivindicaciones, en lugar de unirse como hacen a los vascos en todas sus reivindicaciones. Pero claro, eso sería así si el objetivo fuese realmente obtener un trato justo para todos, y no lo es: la meta final de unos y otros nacionalistas es cargarse la estructura actual del Estado, y para ello están dispuestos a tragar las ruedas de molino de la evidencia: Cataluña no le está dando dinero a Madrid. Se lo está dando, entre otros, a Vitoria. ¡Euskadi nos roba!
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