Los nuevos universitarios
Por Reme Falaguera
Mi amiga Nuria tiene 43 años y es madre de nueve hijos. Cuando se casó tuvo que trasladarse una larga temporada a Italia. El idioma, el trabajo de su marido y el nacimiento de sus hijos la llevaron a abandonar su carrera universitaria. Hace dos años, decidió retomar los estudios de nuevo: “No te voy a engañar. Me está costando muchísimo. Madrugar para aprovechar el silencio, hacer trabajos los fines de semana mientras mi marido se lleva a los pequeños de excursión, ceder el ordenador a mis hijos en época de exámenes, etc. es algo a lo que ya no estaba acostumbrada. Pero la experiencia es maravillosa. Poder demostrarme a mi misma que tener hijos y dedicarme a ellos al 100% no supone el fin de la vida intelectual y laboral ha valido la pena.
Creo que mis hijos están aprendiendo mucho viendo cómo su madre universitaria hace malabarismos para sacar horas de estudio, presentar trabajos bien hechos, sacar horas de estudio privándose de momentos de descanso,… Aunque, para ser sincera, ni ellos, ni mis compañeros, se dan cuenta de todo lo que me han enseñado durante estos años. Ahora les entendiendo mejor; sé ponerme en su lugar ante las situaciones conflictivas que la vida les presenta diariamente y les aconsejo mucho mejor, pero sobretodo, estoy aprendiendo a disfrutar de los pequeños momentos que la vida nos regala, a ser optimista, a mantener la ilusión juvenil de cambiar el mundo. En fin, es una experiencia que recomiendo a muchas madres; es muy instructiva y divertida.”
Ahora que comienza el nuevo curso, casos como el de Nuria, no pueden pasar inadvertidos. Es más, es un privilegio para la sociedad española ver como cada año se multiplican los alumnos mayores de 30 años, hombres y mujeres, que se acercan a la Universidad con ansias de aprender, de ser parte activa de la sociedad, de poner en práctica aquella ilusión que, por motivos familiares, económicos o laborales, no pudieron realizar en su momento.
Muchos de ellos quieren ocupar el tiempo libre ejercitando la mente y el espíritu. No quieren dejar pasar la oportunidad de buscar la verdad a través del estudio y aspiran a poner su granito de arena en forjar un futuro mejor para sus hijos.
Según el ultimo censo universitario al que he tenido acceso, de los 44.000 alumnos matriculados en el curso 2005-06, el 35,5% son mayores de 25 años y de ellos, el 13,5% tienen más de 30 años. Muchos de ellos optan por la UNED pero el resto, como Nuria, prefiere asistir a clase confundiéndose con nuestros jóvenes por los pasillos de la universidad.
Con la ilusión de seguir estando al día, aprender un poco más, terminar aquella carrera que empezaron o estudiar aquella segunda carrera que les gustaba y no pudieron por prioridades de la vida mucho más importantes, no se “arrugan” ante el gran desafío que supone la vuelta a la universidad.
Esta es la filosofía de decenas de madres, abuelos y jubiladas que a sus treinta, cuarenta, cincuenta, sesenta o setenta años no les importa el esfuerzo que supone compaginar la familia con los estudios. Como dice mi amiga Nuria: “Sabía que el reto era de gran envergadura, pero me compensa. Siempre he pensado que la vida es una maravillosa aventura y no hay que tener miedo a los retos que nos presenta. Al contrario, hay que tener siempre ilusión por aprender más, por instruirnos más, por formarnos más. Ya lo dice aquel refrán: Nunca es tarde para aprender.
A mis hijos siempre les he dicho que no hay que temer a la vida. Luchar por lo que crees y quieres, cueste lo que cueste, siempre vale la pena. Yo no iba a ser menos, ¿no crees?”
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