lunes, agosto 06, 2007

Desde mi trinchera liberal: José Antonio Marina


Desde que el establishment socio-progre situó a Marina en la órbita de la cultureta oficial, de dictado al uso, de ética de salsa rosa, éste se cree un pensador indispensable. Infalible. El nuevo ingeniero de las almas que debe regir la sociedad.




Platonismo puro.
Este y no otro es el fundamento de la Educación para la Cudadanía. Los padres podemos ser falibles en la educación de nuestros hijos pero no así el Estado, sabiamente iluminado por la ética infalible de los filósofos del régimen. Reencarnaciones de Rosemberg.



Marina es un profesional del cuento y de la cuenta, corriente y sonante. Un mercenario en la nómina del poder. Es un positivista frutrado. Como Comte, cree que la historia de la humanidad se divide en tres estadios: Teológico, metafísico y positivista. En esta última etapa de la humanidad, de carácter culminativo, pleno, es donde es posible la sabiduría incontaminada, fenomenológica. Para los positivistas como Marina, la metafísica puede representar un legítimo sentimiento o una justa aspiración del hombre, pero en modo alguno un auténtico saber. La metafísica como ciencia, para ellos, debería desaparecer.



El cientifismo es la mentalidad creada por el positivismo. Se trata, básicamente, de la desaparación del misterio de Dios en el mundo físico mediante una política de achique de espacios. Una tendencia a creer que la Ciencia desvelará todos los secretos del universo, y que resolverá todos los problemas de los que se viene ocupando la metafísica. Es decir, enjaular a Dios en una fórmula matemática.



Sin embargo, muchos de los que atacan la metafísica, Marina incluido, lo que en realidad hacen es sustitirla por otra metafísica no transcendente. En una religión sectaria, laica y además, impositiva. Y Educación para la Ciudadanía es su nuevo catecismo.

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