Por el cine español
Por Germont
Los españoles, tozudos y rebeldes, se resisten a la ministra Calvo y no llenan las salas de cine conde se proyectan películas españolas. Vamos, no es que no las llenen: es que no va ni Dios. Que no vaya Dios, por otra parte, resulta razonable, dado lo mal parado que sale en noventa y nueve de cada cien producciones españolas. Pero como Dios en todo caso no pagaría entrada, no es Él el problema.
El caso es que la ministra, aparte de regar con abundantes subvenciones el sector, hasta el punto de que a cualquier pseudocineasta le sale a cuenta rodar una peli aunque no entre un solo espectador a verla, decidió que tal vez la gente no iba porque los exhibidores, gente rara, capitalista y de derechas probablemente, no programaba suficiente cine español. Total, que impuso unas cuotas de exhibición obligatoria. Pues nada, que ni regalando las palomitas. Los españolitos, inexplicablemente, siguen prefiriendo Spiderman a las desventuras de unas libertarias bondadosas, idealistas y cultas perseguidas por falangistas de atrezzo, curas lascivos y caciques de manual. Vamos, es que ni los progres.
Le sugeriría a la ministra que apriete las clavijas, que ya está bien eso de que el ciudadano se crea que puede decidir libremente qué películas ver. Primera opción: que ver cine español desgrave en la renta. O sea, que metiendo en el sobre de la declaración anual de renta entradas de cine español, se obtenga una deducción equivalente a su importe. Pero eso plantea un problema: habrá picarones que comprarán la entrada y la meterán en el sobre, e igual no van ni a ver la película. Y además se puede generar un peligroso mercado negro, e incluso una cierta explotación: hay gente muy necesitada, y puede ser que al final las salas se llenen de inmigrantes ilegales dispuestos a pasar el trago a cambio de un dinerillo. Total, como no entienden la peli y se está fresquito... Segunda opción, entonces: que para obtener el carné de conducir, o el título de bachiller, o la cartilla de la Seguridad Social, o incluso como sustitutivo de la fe de vida en el caso de los ancianos pensionistas, sea necesario presentar un resumen crítico de al menos tres películas españolas. Crítico, pero poco, que tampoco se trata de sacarle los colores al sufrido mundillo del cine. También podría exigirse para recuperar puntos en el carné de conducir, o como medio de reducir condena en el caso de los presidiarios, aunque esto tal vez choque con alguna directiva internacional en materia de derechos humanos. Ya saben, la tortura no está bien vista.
En fin, son humildes sugerencias, inspiradas por el amor y la admiración hacia nuestro cine, y por el deseo de que, de una vez por todas, se acabe con esa funesta pretensión fascistoide de que el mercado y el consumidor sean los que decidan el éxito o el fracaso de una película.
Los árboles y el bosque
El caso es que la ministra, aparte de regar con abundantes subvenciones el sector, hasta el punto de que a cualquier pseudocineasta le sale a cuenta rodar una peli aunque no entre un solo espectador a verla, decidió que tal vez la gente no iba porque los exhibidores, gente rara, capitalista y de derechas probablemente, no programaba suficiente cine español. Total, que impuso unas cuotas de exhibición obligatoria. Pues nada, que ni regalando las palomitas. Los españolitos, inexplicablemente, siguen prefiriendo Spiderman a las desventuras de unas libertarias bondadosas, idealistas y cultas perseguidas por falangistas de atrezzo, curas lascivos y caciques de manual. Vamos, es que ni los progres.
Le sugeriría a la ministra que apriete las clavijas, que ya está bien eso de que el ciudadano se crea que puede decidir libremente qué películas ver. Primera opción: que ver cine español desgrave en la renta. O sea, que metiendo en el sobre de la declaración anual de renta entradas de cine español, se obtenga una deducción equivalente a su importe. Pero eso plantea un problema: habrá picarones que comprarán la entrada y la meterán en el sobre, e igual no van ni a ver la película. Y además se puede generar un peligroso mercado negro, e incluso una cierta explotación: hay gente muy necesitada, y puede ser que al final las salas se llenen de inmigrantes ilegales dispuestos a pasar el trago a cambio de un dinerillo. Total, como no entienden la peli y se está fresquito... Segunda opción, entonces: que para obtener el carné de conducir, o el título de bachiller, o la cartilla de la Seguridad Social, o incluso como sustitutivo de la fe de vida en el caso de los ancianos pensionistas, sea necesario presentar un resumen crítico de al menos tres películas españolas. Crítico, pero poco, que tampoco se trata de sacarle los colores al sufrido mundillo del cine. También podría exigirse para recuperar puntos en el carné de conducir, o como medio de reducir condena en el caso de los presidiarios, aunque esto tal vez choque con alguna directiva internacional en materia de derechos humanos. Ya saben, la tortura no está bien vista.
En fin, son humildes sugerencias, inspiradas por el amor y la admiración hacia nuestro cine, y por el deseo de que, de una vez por todas, se acabe con esa funesta pretensión fascistoide de que el mercado y el consumidor sean los que decidan el éxito o el fracaso de una película.
Los árboles y el bosque
1 comentario:
Yo creo que nos deberían mandar a casa un cobrador para que nos quite el dinero directamente y se lo dé a toda la caterva de ladrones y chupones del estado, SGAE, titiriteros, ONG, etc etc.
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