martes, mayo 22, 2007

Desengáñese: su alcalde es Zapatero

Por Germont.

Mucho se repite, y las experiencias lo confirman, que en las municipales el votante prima la proximidad del candidato y la gestión por encima de las siglas y de la ideología.

Yo mismo, que resulta evidente que no soy de izquierdas, he votado en alguna ocasión remota al candidato del PSC a la alcaldía de Barcelona. En parte por reconocer que, en tiempos de Maragall, la labor del Ayuntamiento fue importante y meritoria para dar a la ciudad un impulso espectacular, que financió el Estado, por supuesto, pero que se inició en la alcaldía. Y en parte también, porqué no admitirlo, para evitar la pesadilla de tener dos administraciones, la local y la autonómica, en manos de los nacionalistas de CiU. Ya ven que con el paso de los años la situación recuerda bastante aquello de Guatemala y Guatepeor, ya que ahora los barceloneses padecemos hasta tres administraciones tripartitas superpuestas, pero es que les hablo de hace más de 15 años. Eran otros tiempos.

Dicho lo cual, convendría que por una vez quienes no somos de izquierdas valorásemos la importancia de la situación nacional actual y nos dejásemos, si me permiten la expresión, de puñetas: votar al PSOE, al PSC, a ERC, a IU, al BNG, y hasta si me apuran a CiU o al PNV, es votar a Zapatero. Toda esa sopa de siglas apoya al actual presidente del gobierno en su temerario, por no decir demencial, discurrir por la senda de la mentira hacia el despeñadero final de un Estado en ruinas y en vías de disgregación. Vamos a ver, yo es que estoy incluso dispuesto, en aras de facilitar el debate de las ideas, a aceptar que la disgregación de un Estado por parte de quienes absurdamente lo consideran opresor e invasor sea un legítimo objetivo político. Que yo combatiré siempre, pero tal vez legítimo si se plantea por los cauces legales.

Pero la mentira, la mentira elevada a la máxima potencia, la mentira concebida como una de las bellas artes, la mentira sistemática, constante, contumaz, en lo trascendental y en lo nimio, frente a enemigos o a supuestos aliados, ante la opinión pública española o en foros internacionales, en los medios de comunicación, en las ruedas de prensa del Consejo de Ministros y hasta en el Boletín Oficial del Estado,… Esa mentira practicada invariable y cínicamente por la cúpula dirigente del PSOE y tolerada por todos sus corifeos en beneficio de sus diversos objetivos, ninguno de los cuales favorece los intereses del conjunto de la Nación, esa mentira no puede tener el premio de que votemos fijándonos únicamente en la gestión más o menos eficaz de un alcalde que no alza su voz frente a tantos desmanes. Cada uno de esos alcaldes es Zapatero, y cada voto que se les da es un apoyo explícito a la política de Zapatero. No vale ni siquiera quedarse en casa, por escaso que sea el entusiasmo que el candidato alternativo nos despierte.


Zapatero engañó a Rajoy con sucesivas entrevistas trampa. Engañó a ERC pactando in extremis el estatuto con Mas. Engañó a Mas privándole de la presidencia de la Generalitat y colocando a Montilla. Engañó a los accionistas de Endesa afirmando por activa y por pasiva que no intervendría en una operación privada, y alterando las reglas del juego sobre la marcha. Engañó a toda España, y ahora lo sabemos, cuando simultáneamente negociaba con ETA y firmaba el pacto antiterrorista, que expresamente lo prohibía, con el PP. Cada alcaldía que el PSOE conserve, y lo hará en muchos lugares gracias a coaliciones con cualquiera que no sea el PP, es un apunte que Zapatero colocará en el haber de sus apoyos. Tanta mentira no puede quedar difuminada por la gestión más o menos eficiente de un ayuntamiento. Este es el que llegó al poder a lomos del lema “España no se merece un gobierno que mienta”. Hay que mandarle a Zapatero un mensaje claro, a través de sus terminales municipales. Permítanme una grosería: hay que darle a Zapatero una patada en el culo de sus alcaldes.

Los árboles y el bosque

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