La agonía de una patraña
Por Luis del Pino. Libertad Digital
La película de los hechos se va completando. Aquella mañana del 11 de marzo, estalló en los trenes un explosivo que tenía nitrato amónico, nitroglicol, nitroglicerina y dinitrotolueno. Los análisis realizados a primera hora habrían arrojado la presencia de esos componentes, pero alguien tomó la decisión de ocultar aquellos datos que apuntaban a ETA (porque esos cuatro componentes forman parte, entre otras dinamitas, de la Titadyne) y volcar las elecciones sacando las pruebas falsas necesarias para poder responsabilizar a algún cabeza de turco con perfil islamista.
Esta labor de intoxicación masiva de la opinión pública tenía dos caras: de un lado, era necesario llevar a cabo la propia maniobra de ocultación. Para ello, hubo que romper el protocolo y evitar que las muestras de los trenes fueran analizadas por la Policía Científica, con el fin de que no quedara constancia de los análisis. Se hizo necesario no incorporar al sumario la lista de muestras recogidas en los trenes. Se hizo necesario mantener a buen recaudo, dentro del laboratorio de los Tedax, esas mismas muestras. Se hizo necesario no enviar al juez Del Olmo los resultados de los análisis realizados por los propios tedax a mediodía de aquel 11-M.
Esa tarea de ocultación tenía que complementarse con la aparición de las pruebas falsas que permitieran presentar a la opinión pública una hipótesis creible alternativa, para conseguir el efecto deseado. Y esas pruebas falsas debían incluir:
- Una teoría sobre cuál era el explosivo de los trenes
- Una explicación del lugar de donde dicho explosivo podría haber salido
- Un grupo de pretendidos islamistas a los que poder responsabilizar de la colocación de las bombas.
Para evitar el razonamiento mortal (si ha explotado Titadyne, el autor más probable es ETA), era preciso convencer a la opinión pública de que había estallado otro explosivo. De ahí la aparición de Goma2-ECO en la furgoneta Kangoo, de ahí la aparición de Goma2-ECO en la mochila de Vallecas. Había entonces que explicar de dónde había salido esa Goma2-ECO, y nada mejor que utilizar para ello a una trama de confidentes controlados que operaban en las minas de Asturias. Y había, finalmente, que encontrar algún "moro" al que poder responsabilizar de los atentados, y al que poder responsabilizarle rápidamente, para poder llegar a tiempo de volcar las elecciones y garantizarse un nuevo Gobierno dispuesto a sostener la gran patraña. El teléfono y la tarjeta encontrados en la mochila de Vallecas permitieron empezar a detener rápidamente a los presuntos (y falsos) islamistas.
La aparición de esos cuatro componentes en la muestra de polvo de extintor de la estación de El Pozo se suma a la aparición de dinitrotolueno en las muestras restantes. Y esos datos permiten afirmar, ya sin ningún género de dudas, que la versión oficial es una gran mentira. Pero estos datos permiten, además, hacer un importante ejercicio de retrospección, para calibrar la verdadera naturaleza de lo que ha pasado en España desde el 11-M: si el día 11 de marzo se hubieran hecho públicos los análisis que demostraban la presencia de esos cuatro componentes de la Titadyne en los trenes, ¿hubiera sido posible la campaña de agitación que tuvo lugar entre el 11 y el 14 de marzo? ¿Hubiera ganado Zapatero las elecciones? ¿Habríamos visto lo que hemos visto en estos tres años? ¿Estaría la banda terrorista ETA a punto de lograr sus objetivos máximos?
Los análisis de las muestras de los trenes han acabado con la versión oficial, pero no sólo con ella: también han terminado con la falsa legitimidad de un Gobierno que accedió al poder merced a una gigantesca maniobra de manipulación de la opinión pública y que ha estado haciendo lo posible, durante estos tres años, por obstaculizar las investigaciones, al mismo tiempo que pactaba el futuro del pais con quienes hubieran sido los primeros sospechosos en caso de haberse hecho públicos los análisis de los explosivos inmediatamente después de la masacre.
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