En el periódico La opinión de ayer aparece un artículo firmado por D. Carlos Etcheverría, presidente del Ateneo Republicano de Galicia -una de las diecisiete repúblicas del reino, como es sabido-
Su hilo argumental es que en julio de 1936 la derecha española se alzó contra la legalidad republicana, destruyéndola y sometiendo a España, tras una cruel guerra, a una ominosa dictadura durante cuarenta años, hasta que, transcurridos otros treinta desde la muerte del dictador, por fin, los perdedores, es decir, los buenos, el 14 de marzo de 2004, han podido recuperar el poder del que habían sido violenta e ilegítimamente despojados, cerrándose así el paréntesis de ilegitimidad abierto por la sublevación de 1936.
Pero los infames herederos de aquel régimen, que se niegan a reconocer su culpa y a pedir perdón -requisito previo a la reconciliación- se opondrían a este final feliz, al votar en contra de la llamada “ley de la memoria histórica”, basada en el cuento del Sr. Etcheverría.
Este cuento canónico, estúpidamente maniqueo, es el que se enseña en muchas de nuestras escuelas setenta años después de los hechos, pero no coincide con lo que cuentan los más ilustres republicanos -Ortega y Gasset, Salvador de Madariaga, Pérez de Ayala, Gómez de la Serna, Gregorio Marañón. ... - fugitivos, para no perder la vida a sus manos, de aquella “legalidad republicana”a cuya instauración tanto habían contribuido.
Por su autoridad intelectual y moral fuera de discusión, citaremos el juicio del célebre coruñés D. Salvador de Madariaga sobre aquella “legalidad”:
"Aumentaron, en proporción aterradora los desórdenes y las violencias, volviendo a elevarse llamaradas y humaredas de iglesias y de conventos hacia el cielo azul, lo único que permanecía sereno en el paisaje español. Continuaron los tumultos en el campo, las invasiones de granjas y heredades, la destrucción del ganado, los incendios de cosechas (...). En el país pululaban agentes revolucionarios a quienes interesaba mucho menos la reforma agraria que la revolución. Huelgas por doquier, asesinatos de personajes políticos de importancia local (...). Había entrado el país en una fase francamente revolucionaria"
En un artículo publicado en El Mundo el 17 de los corrientes Henry Kamen recordaba que, por violencia política, «en especial después de 1934. .. hubo más de 2.400 muertos en los cinco años de aquel régimen, una cifra que excede el número de víctimas de cualquier otro país europeo en esa etapa en que la democracia estaba luchando para sobrevivir en toda el continente»
Carlos Etcheverría lo sabe, o, al menos, podría tener la prudencia y la ecuanimidad de considerar una versión de los hechos no tan estúpidamente maniquea como la que esgrime.
Por ello, cuando, con notoria desvergüenza, dice que “asentar sobre mentiras la convivencia social, es un ejercicio desvergonzado e hipócrita, al que no quiere renunciar esa patulea que se revuelca en los bajos fondos de la política basura” está describiendo su propia actividad de propaganda guerracivilista al servicio de los actuales gobernantes, extremadamente generosos en la atribución de fondos públicos al ARGA, cabría pensar que en mérito de estos constantes y diligentes servicios
Coruña Liberal
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