miércoles, abril 18, 2007

Entrevista a Hermann Tertsch (expulsado de El País después de 24 años)

Hermann Tertsch del Valle-Lersundi (Madrid, 1958) es periodista, especializado en temas de política internacional. En 1983 inició su labor en el diario El País con informaciones y análisis sobre las entonces incipientes reformas en los países socialistas en Europa Central y los Balcanes. A partir de 1993 y hasta 1996 fue subdirector de El País, responsable de la sección de Opinión. Ha recibido varios galardones periodísticos, entre ellos el Premio Cirilo Rodríguez de Periodismo (1990), el premio a la mejor labor española en el extranjero del Club Internacional de Prensa de Madrid (1992), el Premio Europa de Periodismo del Consejo de Europa y del Parlamento Europeo (1993) y el Premio Continente de Periodismo (1994).

Entrevista a Hermann Tertsch por Basta ya!
Creo que la nueva generación que llegó al poder bajo Rodríguez Zapatero y sólo gracias a toda una concatenación increíble de accidentes insólitos es la peor cosecha de los fracasos de la sociedad española tras el franquismo. Los denominadores comunes de la misma son la mediocridad y un relativismo tan profundo que hace que sus miembros sean perfectamente inmunes a cualquier discurso que no sea su propia letanía sectaria. Miedosos e insensatos a un tiempo, sectarios, incultos y por ello perfectamente inmunes a la autocrítica, son gente por talante mucho más cercana a los aparatchiks de los regímenes autoritarios o totalitarios que al político humanista de una sociedad abierta democrática.

Gente poco preparada en general, ve enemigos en todo lo que está fuera de sus pequeños mundos. A esa gente -y no hablo de mi ex periódico, hablo de eso que llaman genéricamente progresismo, tan bien representado por esa tropa de miles de intelectuales que heroicamente defienden al poder contra toda crítica y quieren imponer silencio a la oposición, con esa actitud que nunca se llamó intelectual sino servil, lacayuna, interesada o sencillamente indigna-, le es fundamental un enemigo máximo. Aquí está la clave de esa cohesión forzada bajo mediocres que lleva a una selección en la que los peores siempre tienen las mejores oportunidades de medrar.

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