De la sociedad civil y sus silencios
Un artículo de Sartine
Si es algo muy español contemplar a nuestros políticos con cierta prevención, resulta evidente que nada en los últimos acontecimientos ayuda a que mejore nuestra opinión sobre tanto abnegado servidor público como anda suelto. No es fácil sentirse representado por un colectivo que cada vez se parece más a una casta, a un lobby de iniciados, donde, es evidente, ya no está lo mejor de la sociedad. Por eso hoy les traigo aquí algunas reflexiones entreveradas, son parte de sabrosos textos de dos buenos amigos, ambos son personas leídas y viajadas, ambos saben de lo que hablan y ambos se llaman Luís.
Así Luís I. Gómez nos cuenta hoy desde su exilio:
La democracia es ya sólo partidocracia, lugar común de políticos profesionales y sin escrúpulos, adoradores del poder por el poder. Los ciudadanos hemos quedado definitivamente fuera de juego. Las listas cerradas que votamos cada cuatro años no son ya sino el alibi tras el que escondemos la vergüenza que sentimos por haber renunciado al ejercicio de nuestra responsabilidad.
Mientras Luís Balcarce, al que ya conocerán de Poder Limitado, pone el punto sobre ciertas íes. Como me parece que lo que cuenta es relevante, le he pedido permiso para entresacar algunas frases de una conversación privada que hace poco hemos mantenido por e-mail. Si hablamos de las evidentes dificultades que presenta el pensamiento liberal a la hora de calar en el ánimo del cuerpo social, nos dice:
Yo tengo desde hace tiempo una posición tomada fruto de un periplo por diversos cenáculos liberales de EEUU y Latinoamérica. Situación: Congreso de Liberales de América Latina en México, 2002. Todos los liberales llorando por la avanzada populista: “¿Qué hemos hecho? ¿Por qué no caló el mensaje? ¿En qué nos equivocamos?”, esa letanía era la norma. Era repugnante verlos tan vencidos.
No entendían que el problema no eran ellos sino que el cáncer estaba en la política, en las élites políticas de centroderecha latinoamericanas que habían vendido un mensaje liberal al electorado (y que éste había apoyado) para terminar reventando el gasto público, privatizando para los amigos, robando a diestra y siniestra y adorando al Estado en todas sus formas. De liberal, nada. Con su traición, abrieron las puertas del abismo y los primeros que las cruzaron gloriosos fueron los populistas, a quienes les fue muy sencillo cautivar a unas masas despechadas.
Porque al fin, ¿qué es el socialismo como doctrina imperante?
El socialismo es una pasión religiosa organizada. Un socialista jamás apelará a la lógica o la razón para defender sus argumentos. Su llamado es a la lucha y al sueño de un mañana mejor. Su campo de fuerzas es lo afectivo. Y es que la mayoría de los hombres piensan con la piel y las enfermedades de la piel son muy difíciles de curar.
En cuanto a la importancia de retomar la implicación ciudadana en la actividad política, Luís Balcarce nos aporta estas sabrosas notas norteamericanas:
En EEUU la dinámica es diferente. De la política no se espera nada. Todo se hace en el seno de la sociedad civil. Ellos están convencidos de que su mínimo esfuerzo “puede hacer la diferencia”. Nunca los verás acomplejados o con la guardia baja sino siempre en acción, trabajando, contagiando al otro con su pasión. Están plenamente persuadidos de que las “ideas tienen consecuencias” y para tal fin organizan seminarios, viajes y actividades; para ellos debatir y discutir ideas no es un tormento de pesadumbre sino un complemento positivo a sus vidas.
“De la política no se espera nada. Todo se hace en el seno de la sociedad civil”, haríamos bien en ir tomando nota.
No hay comentarios:
Publicar un comentario