jueves, febrero 08, 2007

La tormenta perfecta

El cariz que está tomando la situación política me recuerda la película que protagonizara George Clooney, cuando dos tormentas formidables confluían para generar una perturbación imposible de superar. Aquellas murallas de agua, aquellos abismos de espuma, aquella fuerza inconmensurable de la Naturaleza ante la que el ser humano sabe que no puede hacer nada más que luchar con todas sus fuerzas y rezar, rezar mucho a todo aquello en lo que crea porque, en el fondo, sabe que esa lucha no bastará.

La recusación del magistrado Pérez Tremps, puestos a seguir con la comparación, es como aquellos segundos en los que el sol se asoma fugazmente, aquel instante de calma antes de que todas las fuerzas del océano se desaten sobre el pesquero que pilota el bueno de Clooney. Por un momento parece que podemos ganar la batalla, que aún quedan atisbos de aquel Estado de Derecho, con mayúsculas, en el que creíamos vivir. Pero acto seguido el día se oscurece y la tempestad vuelve con tintes si cabe más siniestros.

A proa, la vicepresidenta anuncia que sería normal sustituir al magistrado. Sí, tan normal como que un futbolista al que le anulan un gol decida por ello colgar las botas. Habrá que seguir cuidadosamente la trayectoria del recusado, no sea que de pronto le llueva una oferta multimillonaria de algún organismo “independiente”. En resumen, que la vicepresidenta del Gobierno aboga directamente por cargarse el poco o mucho prestigio que le pueda quedar al Tribunal Constitucional, dejando a sus componentes como lacayos del poder a los ojos de la ciudadanía, y quitándole por tanto al Tribunal todo su prestigio. Otra institución de control aniquilada por el gobierno socialista.

A popa, los nacionalistas empiezan a advertir de que se avecina la catástrofe si el estatuto es rechazado. Ya lo advirtieron cuando se sometió a votación en el Congreso, pero eso no es nuevo: nacionalismo y chantaje son sinónimos. Claro, nada de eso puede tener que ver con el pequeño detalle de que el texto pueda ser inconstitucional: es un ataque a Cataluña, y basta. Imaginemos la que prepararán si el estatuto cae.

A babor, los batasunos enarbolan su esqueleto viviente y amenazan con sacudir de nuevo el árbol mientras el PNV prepara detrás la cesta.

Y a estribor, legiones de tontos útiles se precipitan al abismo como corderos silenciosos.

Los frutos de los inmensos errores de Zapatero empiezan a percibirse mucho antes de lo que los más pesimistas podían presagiar.

Y en medio, nuestro cascarón se balancea sin aparente escapatoria. Pero si algo positivo tienen las situaciones desesperadas es que, como dice el Quevedo de Alatriste, no queda sino batirse. No hay alternativa, no hay salvavidas para todos, así que sólo cabe amarrarse al timón y enfilar la primera ola de frente.


Germont

1 comentario:

Miguel Enrique dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.