Desafortunadamente los “miserabilísmos” de José Sacristán y otros fecundos epítetos, del DRAE o no, de nuestros ‘noeneros a la guerra’ acompañados de alguna ‘argentinada luppiniada’, resuenan y resonarán en nuestros oídos o impactarán nuestra vista aunque les manden callar quienes les suministran su condumio.
Pero nosotros no estamos en condiciones de igualdad; no podemos mostrarles nuestra falta de aprecio a su ineptitud social, a su sensibilidad sólo reflejada en su insaciable bolsillo (en tiempos –para bastantes de ellos- satisfecho rindiendo pleitesía a la subvención de su Caudillo con ditirambos traducidos en odas o canciones) que desfilan y gritan igual un “Viva Franco” o “Arriba España”, que un “No a la guerra” o “Aznar asesino”, eso sí, con voces bien moduladas por razón de oficio; y también, dependiendo del temor y la garantía de la manduca.
No podemos porqué les es indiferente que acudamos o no a sus espectáculos; la taquilla ni la huelen; la taquilla está en otra parte; se prepara en restaurantes de buen yantar; y se cierra en magníficos despachos de ministerios en los que se comprometen sus servicios y sus emolumentos; y sus correosos mensajes; en los que les es indiferente si ofenden; ni siquiera piensan si ofenden o no; ellos son intelectuales; ¿por qué lo son?; nosotros no lo sabemos; pero ellos sí.
El mejor desprecio es no hacer aprecio; este sensato consejo no cabe con ellos. Son inmunes. El teatro y el cine en descenso; pero, ¡no importa!; siempre hay justificaciones; no estamos a su altura; debemos ser culturizados; ¡educación cívica para comprenderles!
Siendo así: ¡Denunciémoslos!; denunciemos que muchos de ellos vivieron de las ubres franquistas ahora que de memoria histórica hablamos; y también ahora lo hacen miserablemente mediante asalto a las privadas televisivas con la más espuria de las financiaciones de la sin par ministra Calvo, que no calva de tanto discurrir como beneficiar a quienes hay que beneficiar; “sus entrañables amigos para todo” casualmente poco antes del apoyo a la manifestación.
Recordemos quienes desfilaban ominosamente ante su Caudillo en La Granja cada año -¡amenazados dicen!, ¡ya!, ¡cuándo luego se baladronaban de ello y se jactaban ante quienes no habían sido invitados!, las Concha Velasco, Sara Montiel, Jasé Sacristán, Ana Belén, Víctor Manuel, Lola Herrera, y tantos etcétera; y recordemos a los que si fueron capaces, dentro de su natural temor, de mantener un cierto grado de coherencia, Buero Vallejo, Nieva, Arrabal, Aranguren, Semprún con otros ahora ignorados por estos arrivistas a lo que sea.
LOS SINVERGÚENZAS CON LOS SINVERGÚENZAS
Cordón sanitario contracultural contra estos ramplones
Ángel
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