martes, septiembre 26, 2006

¿Y si hablamos de eficacia?

Tan deslumbrados nos tiene el gobierno con sus “grandes asuntos de Estado” que estamos perdiendo de vista su gestión cotidiana. Bien está, como principio general y sin que ello implique pronunciamiento sobre los métodos, objetivos y resultados, que el ejecutivo se vuelque en la “alta política” y se dedique a intentar obtener la paz con los terroristas, o a establecer una alianza de civilizaciones que asegure la armonía universal para los siglos y generaciones venideros, o a sustituir sin mandato previo el entramado constitucional por otro que agrade más y constriña menos a los aliados nacionalistas. Pero le incumbe también otra responsabilidad mucho más prosaica e ingrata, y sin embargo mucho más próxima al ciudadano, que es la gestión de aquellos asuntos de la vida cotidiana, que componen el día a día de los españoles. Y lo cierto es que, si nos metemos en ese terreno, el gobierno de Zapatero hace aguas y no supera los mínimos cánones de eficacia ni los más benévolos controles de calidad.

¿Hablamos de la inflación? Se mantiene un diferencial escandaloso respecto a la que registran los demás países europeos. ¿Qué podemos decir de la inmigración? Francia acaba de dejar en ridículo nuestras gestiones ante Senegal, mientras los cayucos siguen llegando sin cesar y el gobierno no sabe literalmente qué hacer ante la avalancha. ¿El precio de la vivienda? Dos años y medio ya de gobierno no permiten ya achacar todos los males a la derecha que les precedió. Las soluciones de la ministra del ramo no merecen ni ser comentadas. ¿La delincuencia? En auge evidente. Y si nos centramos en un tipo especialmente odioso de delito, como es la llamada violencia de género, alcanza cotas escandalosas, que suponen incrementos exponenciales respecto a las que se registraban cuando “la derecha” no quería resolver el problema. ¿Y el funcionamiento de los servicios? Guadalajara y los incendios, Barcelona y su aeropuerto. ¿La educación? Marcamos gloriosos récords en fracaso escolar.
No sigo. Me deprimo. La supuesta alta política zapateril despliega un ensordecedor castillo de fuegos artificiales, o tal vez fatuos, pero no deberíamos perder de vista las actuaciones u omisiones que afectan a nuestra existencia diaria y que, en definitiva, constituyen la principal obligación del gobierno. A la hora de votar conviene recordarlo.

Germont

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