El gabinete del Dr. Rubalcaba
Don Alfredo ha abierto consulta psiquiátrica en Moncloa. Se va entendiendo porqué al edificio gubernamental lo llaman “complejo”. El Dr. Rubalcaba, que realmente sirve para un barrido y para un fregado, se inicia ahora en la especialidad del análisis de la mente de los terroristas, y con su aplomo habitual, con ese semblante de no haber roto un plato, nos diagnóstica que el paciente Iñaki Bilbao, esa criatura que ante las cámaras de televisión amenazó a unos cuantos jueces con pegarles siete tiros y arrancarles la piel a tiras, padece una psicopatía.
No sabemos si en sus próximas comparecencias ante la prensa el Dr. Rubalcaba se presentará con la tradicional bata blanca y un fonendoscopio colgado al cuello o si, haciendo una más verosímil escenificación de la especialidad médica elegida, aparecerá con una pipa y unas antiparras apoyadas en la punta de la nariz, sin olvidar la preceptiva corbata de pajarita. En cualquier caso, se abre una etapa apasionante que conducirá a crear varias categorías de terroristas. Sugerimos algunas, elaboradas a partir de las reacciones de los pacientes (primera lección: son pacientes, no asesinos) ante el test de Rorschach:
Terroristas psicópatas: aquellos que ante cualquiera de las manchas de tinta que componen el test saltan como posesos gritando “¡un nogal!”, y empiezan a aporrearlo con la vana esperanza de que caigan nueces.
Terroristas recuperables: los que en las láminas ven siempre nueces a punto de ser recogidas, y las contemplan con indisimulado orgullo murmurando “hemos ganado, hemos ganado”.
Ex terroristas: los que ante cada lámina responden “yo veo un proceso de paz, clarísimo”, “esto es la silueta de Navarra, seguro”, etc.
Cada grupo recibirá un tratamiento diferente. Para los del tercero se recomienda un escaño parlamentario. Para los del segundo algún empleo público más discreto pero bien remunerado, para evitar que se vena en la necesidad de recurrir a otros métodos para su sostenimiento. Y para los del primero, tras una breve y confortable estancia en algún centro de rehabilitación próximo a sus domicilios, la única alternativa parece ser la integración en la unidad antidisturbios de la Ertzaina.
En cualquier caso, el método Rubalcaba requiere que en presencia de los pacientes se evite cuidadosamente cualquier mención a los términos asesino, terrorista, víctima, perdón o constitución, para evitar recaídas.
Germont
No sabemos si en sus próximas comparecencias ante la prensa el Dr. Rubalcaba se presentará con la tradicional bata blanca y un fonendoscopio colgado al cuello o si, haciendo una más verosímil escenificación de la especialidad médica elegida, aparecerá con una pipa y unas antiparras apoyadas en la punta de la nariz, sin olvidar la preceptiva corbata de pajarita. En cualquier caso, se abre una etapa apasionante que conducirá a crear varias categorías de terroristas. Sugerimos algunas, elaboradas a partir de las reacciones de los pacientes (primera lección: son pacientes, no asesinos) ante el test de Rorschach:
Terroristas psicópatas: aquellos que ante cualquiera de las manchas de tinta que componen el test saltan como posesos gritando “¡un nogal!”, y empiezan a aporrearlo con la vana esperanza de que caigan nueces.
Terroristas recuperables: los que en las láminas ven siempre nueces a punto de ser recogidas, y las contemplan con indisimulado orgullo murmurando “hemos ganado, hemos ganado”.
Ex terroristas: los que ante cada lámina responden “yo veo un proceso de paz, clarísimo”, “esto es la silueta de Navarra, seguro”, etc.
Cada grupo recibirá un tratamiento diferente. Para los del tercero se recomienda un escaño parlamentario. Para los del segundo algún empleo público más discreto pero bien remunerado, para evitar que se vena en la necesidad de recurrir a otros métodos para su sostenimiento. Y para los del primero, tras una breve y confortable estancia en algún centro de rehabilitación próximo a sus domicilios, la única alternativa parece ser la integración en la unidad antidisturbios de la Ertzaina.
En cualquier caso, el método Rubalcaba requiere que en presencia de los pacientes se evite cuidadosamente cualquier mención a los términos asesino, terrorista, víctima, perdón o constitución, para evitar recaídas.
Germont
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