viernes, julio 21, 2006

VIVA LA REPÚBLICA (II)





Un ministro jamonero

La galería de personajes que encontraron en la II República un gratificante acomodo laboral es muy extensa. Un caso paradigmático, y no excepcional, es el del político asturiano Álvaro de Albornoz y Liminiana. ¿Qué hay detrás de esta ristra solemne de nombres y apellidos sonoros? Poca cosa. Apenas nada.

Este abogado asturiano pertenecía, en un principio, al Partido Republicano Radical, al que representó durante las Cortes de la Monarquía. Luego fundó el Partido Radical Socialista, llegando a formar parte del Comité Revolucionario que preparó el advenimiento de la República, motivo por el que fue encarcelado. Con la llegada de la República fue ministro de diferentes carteras.

Antes de su brillante carrera política, los inicios de Albornoz contienen una faceta digna de conocer. Cuando Albornoz llegó a Madrid, desde Asturias, acompañado de su señora, tuvo unos comienzos muy difíciles. Era un abogado pobrísimo, muy arribista, que jamás consiguió tener un pleito. Se fueron a vivir a una humilde pensión. Durante varias semanas el abogado salía a la calle en busca de casos… pero nada. Ante tanta adversidad marido y mujer decidieron hacer algo. Como se les estaban acabando las últimas pesetas, decidieron no levantarse de la cama. Compraron un jamón y lo colgaron del techo con una cuerda, de modo que estuviera a cuatro palmos de la almohada. Cuando tenían hambre, sin necesidad de moverse, cortaban un bocadillo muy fino, y así fueron tirando mucho tiempo. (Esta anécdota se la contó el ministro Nicolau D’Olwer a Josep Plá, y la cuenta en su libro “Madrid. El advenimiento de la República.”)

Con el tiempo, don Álvaro se hizo radical (¡qué remedio!) y se metió a político. Luego al llegar la República, fue ministro de Fomento en el primer gobierno provisional, y en el siguiente de Justicia. Desde este ministerio auspició medidas contra la Iglesia, lo que motivó la primera renuncia al cargo del Presidente de Gobierno, D. Niceto Alcalá Zamora. Más tarde Albornoz llegó a ostentar la presidencia del Tribunal de Garantías Constitucionales, desde donde tuvo oportunidad de “cortar el bacalao” en asuntos muy importantes.

Don Álvaro de Albornoz y Liminiana empezó su carrera en Madrid cortando jamón en la cama, en lonchas muy finas, y acabó cortando el bacalao desde la poltrona del Tribunal de Garantías Constitucionales. Un caso singular de redención republicana.

Bachiller

1 comentario:

Antonio Quintana dijo...

Estimado amigo leer, leer y leer, es lo que sacara de la ignorancia, a tanto imbecil de profesión socialista, cuando no hay mas remedio se agarran al clavo del psoe, la disciplina de partido por encima de los valores constitucionales, menuda "partida"
Y Zp al frente de la cuadrilla. Una izquierda que ha perdido el norte si lo tuvo alguna vez.
¡Que gente! incluso se lo creen.
¿que les vamos a hacer?
Aqui en Extremadura los llevmos soportando 25 años, solo nos queda celebrar los 25 años de Ibarra.
Un saludo muy cordial.