El parlamento silencioso
Contradicción terminológica, como han señalado insignes comentaristas. Pero real en este país nuestro, dispuesto siempre a sorprender al universo mundo con nuevas aportaciones. Esta última es de traca, o lo sería si no fuese de escándalo. No he buscado mucho, pero en cualquier caso no he encontrado precedentes de un parlamento que decida ser voluntariamente sordo, ciego y mudo. Bueno, tal vez los hubiese hallado si hubiese extendido mis pesquisas a parlamentos meramente formales, de esos que constituyen vistosa y colorista coartada en los regímenes totalitarios. Pero claro, es que yo, ingenuo de mí, no he osado comparar el Congreso de los Diputados de España con el Reichstag de la era hitleriana, ni con las cámaras bolivarianas del amigo Chávez.
El Parlamento español ha decidido por mayoría que no quiere saber nada de las negociaciones del Gobierno con la ETA. Silencio, mucho silencio y mucha discreción, es lo que han recetado nuestros próceres a quienes desde las bancadas de la derecha pedían que el Gobierno diese las pertinentes explicaciones. Y uno no puede por menos que hacerse la pregunta más elemental, que pienso que brota por sí misma en la mente de cualquier ciudadano normal: si no va a ponerse en cuestión nada inconfesable, si no va a haber pago a los terroristas, si no va a cederse en nada que pueda escandalizar a los ciudadanos españoles, tal y como nos reitera noche y día el Presidente, ¿a qué tanto silencio? ¿Nos quiere privar el Presidente de la contemplación de su firmeza? ¿Su natural modestia nos va a impedir ver cómo cumple escrupulosamente su palabra permaneciendo impávido e inamovible ante las solicitudes de los terroristas? No es justo.
El Parlamento español ha decidido por mayoría que no quiere saber nada de las negociaciones del Gobierno con la ETA. Silencio, mucho silencio y mucha discreción, es lo que han recetado nuestros próceres a quienes desde las bancadas de la derecha pedían que el Gobierno diese las pertinentes explicaciones. Y uno no puede por menos que hacerse la pregunta más elemental, que pienso que brota por sí misma en la mente de cualquier ciudadano normal: si no va a ponerse en cuestión nada inconfesable, si no va a haber pago a los terroristas, si no va a cederse en nada que pueda escandalizar a los ciudadanos españoles, tal y como nos reitera noche y día el Presidente, ¿a qué tanto silencio? ¿Nos quiere privar el Presidente de la contemplación de su firmeza? ¿Su natural modestia nos va a impedir ver cómo cumple escrupulosamente su palabra permaneciendo impávido e inamovible ante las solicitudes de los terroristas? No es justo.
Pero en cualquier caso, los señores diputados que dan su apoyo al Gobierno desde esa pléyade de partidos, partidas y partidillos que constituyen el frente anti PP deberían sentirse avergonzados de votar una resolución que pide que se les mantenga en la ignorancia. Ciertamente, hay cosas que uno desearía no saber. Pero ellos no cobran para permitirse esos lujos. Son los representantes de la soberanía popular. Y ese pueblo soberano, pueden\n estar seguros, desea ardientemente saber.
Germont
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