Carta al presidente
Excelentísimo Señor Presidente,
En lo que se refiere al diálogo con ETA, somos muchos los ciudadanos que nos hallamos en la tesitura de recordar el famoso monólogo de Marco Antonio en el Julio César de Shakespeare: nos dice el Presidente que no habrá precio político, y pese a que todo indica lo contrario, yo he de creerle porque el Presidente es sin duda un hombre honrado.
Pero ni vivimos en una representación teatral, ni en política son exigibles actos de fe ciega en la actuación de los gobernantes. Y es que por más que uno se empeñe en repetirse que, siendo el Presidente un hombre honrado, lo que nos dice ha de ser forzosamente verdad, el sentido común arroja serias sombras sobre lo que está sucediendo o a punto de suceder.
No estoy conforme en absoluto, vaya ello por delante, con la idea de que el fin (la paz, según usted lo denomina; el fin de la violencia terrorista en expresión que me parece más ajustada) justifique los medios. Pero voy a hacer un momentáneo esfuerzo de abstracción para olvidar que su partido se ha reunido abiertamente con un grupo que la Unión Europea y el Tribunal Supremo tienen catalogado como terrorista. Y olvidaré también, en lo que a este escrito se refiere, la insultante equiparación que desde su partido se hace entre Batasuna – ETA y el principal partido de la oposición, en un muy medido intento de situar al Partido Socialista en un supuesto punto equidistante y equilibrado entre los “extremismos”. Me voy a limitar a formularle unas preguntas, abstrayéndome como le digo de todo eso, que sin embargo me subleva.
Primera. Si no ha de haber negociación de contrapartidas políticas, porque usted así nos lo ha prometido y usted es un hombre honrado, ¿de qué se va a hablar con ETA – Batasuna? ¿Se va a hablar del perdón de los presos, de la remisión de las condenas? Vaya por delante que eso, en las circunstancias actuales y para mí, ya es un precio político, pero supongamos que hacemos nuevamente la vista gorda y lo catalogamos en otro apartado: ¿es éste el tema a tratar: perdón a cambio de no más crímenes? Peligroso, porque es un mensaje clarísimo en el sentido de que el crimen, en caso de organizarse y de buscarse una coartada política, acaba saliendo casi gratis. Pero en fin, reitero la pregunta, ¿es ése el único tema de discusión?
Segunda. Por las declaraciones de los dirigentes de ETA – Batasuna parece claro que ellos sí están convencidos de haber iniciado una negociación política, y no se cansan de repetir que no han renunciado ni a uno solo de sus postulados: autodeterminación, integración de Navarra y el País Vasco francés en Euskadi, libertad para los presos, derogación de leyes que, como la de partidos, consideran agresivas para sus aspiraciones. Nuevamente he de creer en la palabra del Presidente, porque es un hombre honrado. Pero supongamos por un momento que no hubiese más remedio que entrar en una negociación política porque se considerase que el “proceso” peligra en caso contrario: ¿qué margen de negociación tenemos? Euskadi tiene una autonomía amplísima: capacidad legislativa, policía propia, concierto económico, enseñanza transferida, prácticamente todas las competencias estatales están en manos de la administración autonómica. Y a nadie se le oculta que los terroristas no están en lo que están desde hace cuarenta años por un quítame allá esa competencia. ¿Qué margen queda entonces, que no sea precisamente el que ellos reivindican y que ha constituido su única razón de ser: la autodeterminación, la anexión de Navarra, etc.? Si para eso han matado, y de eso se acaba hablando en cuanto dejan de matar, ¿no es lícito suponer que, en definitiva, se han salido con la suya? Aquí sí vale la propiedad conmutativa: “mato si no me das” es exactamente lo mismo que “no mato si me das”.
Tercera. La principal, que probablemente encierre la respuesta a las otras dos y que ha de tener una respuesta muy sencilla, por más que yo no se la he escuchado. Señor Presidente, ¿qué está usted dispuesto a darles a los terroristas de ETA – Batasuna a cambio de que dejen de matar? Porque a cambio de nada no será: para eso no haría falta negociación ni diálogo, sino una simple entrega de armas y sumisión a los tribunales de justicia. El Presidente es un hombre honrado, y hemos de confiar en su palabra. Pero si no hay nada inconfesable, no existirá inconveniente para que nos diga pública y claramente dónde está su línea roja. Es simple: si se plantea el caso, ¿aceptaría el Presidente reconocer el derecho de los vascos a la autodeterminación? Si se plantea el caso, ¿estaría dispuesto el Presidente a aceptar que Navarra forme parte de Euskadi? Si se plantea el caso, ¿estaría el Presidente por la labor de presionar a Francia para que incorpore el País Vasco francés al “proceso”? Si se plantea el caso, ¿estaría el Presidente a favor de que los terroristas no cumplan sus condenas a cambio de no matar más?
Señor Presidente, si se plantea el caso, ¿defenderá usted la Constitución en todos sus extremos, tal como prometió hacer en su toma de posesión?
Sin duda sabrá disculparme lo directo del planteamiento. Yo estoy convencido de que el Presidente es un hombre honrado. He de estarlo, porque es el Presidente de mi país. Pero aclararía mucho las cosas y disiparía dudas de los descreídos que tuviese a bien responder de forma clara, directa y concreta (insisto: de forma clara, directa y concreta) a las preguntas anteriores, que en definitiva son tan enormemente sencillas que admiten, casi exigen, un sí o un no.
Respetuosamente,
Germont
En lo que se refiere al diálogo con ETA, somos muchos los ciudadanos que nos hallamos en la tesitura de recordar el famoso monólogo de Marco Antonio en el Julio César de Shakespeare: nos dice el Presidente que no habrá precio político, y pese a que todo indica lo contrario, yo he de creerle porque el Presidente es sin duda un hombre honrado.
Pero ni vivimos en una representación teatral, ni en política son exigibles actos de fe ciega en la actuación de los gobernantes. Y es que por más que uno se empeñe en repetirse que, siendo el Presidente un hombre honrado, lo que nos dice ha de ser forzosamente verdad, el sentido común arroja serias sombras sobre lo que está sucediendo o a punto de suceder.
No estoy conforme en absoluto, vaya ello por delante, con la idea de que el fin (la paz, según usted lo denomina; el fin de la violencia terrorista en expresión que me parece más ajustada) justifique los medios. Pero voy a hacer un momentáneo esfuerzo de abstracción para olvidar que su partido se ha reunido abiertamente con un grupo que la Unión Europea y el Tribunal Supremo tienen catalogado como terrorista. Y olvidaré también, en lo que a este escrito se refiere, la insultante equiparación que desde su partido se hace entre Batasuna – ETA y el principal partido de la oposición, en un muy medido intento de situar al Partido Socialista en un supuesto punto equidistante y equilibrado entre los “extremismos”. Me voy a limitar a formularle unas preguntas, abstrayéndome como le digo de todo eso, que sin embargo me subleva.
Primera. Si no ha de haber negociación de contrapartidas políticas, porque usted así nos lo ha prometido y usted es un hombre honrado, ¿de qué se va a hablar con ETA – Batasuna? ¿Se va a hablar del perdón de los presos, de la remisión de las condenas? Vaya por delante que eso, en las circunstancias actuales y para mí, ya es un precio político, pero supongamos que hacemos nuevamente la vista gorda y lo catalogamos en otro apartado: ¿es éste el tema a tratar: perdón a cambio de no más crímenes? Peligroso, porque es un mensaje clarísimo en el sentido de que el crimen, en caso de organizarse y de buscarse una coartada política, acaba saliendo casi gratis. Pero en fin, reitero la pregunta, ¿es ése el único tema de discusión?
Segunda. Por las declaraciones de los dirigentes de ETA – Batasuna parece claro que ellos sí están convencidos de haber iniciado una negociación política, y no se cansan de repetir que no han renunciado ni a uno solo de sus postulados: autodeterminación, integración de Navarra y el País Vasco francés en Euskadi, libertad para los presos, derogación de leyes que, como la de partidos, consideran agresivas para sus aspiraciones. Nuevamente he de creer en la palabra del Presidente, porque es un hombre honrado. Pero supongamos por un momento que no hubiese más remedio que entrar en una negociación política porque se considerase que el “proceso” peligra en caso contrario: ¿qué margen de negociación tenemos? Euskadi tiene una autonomía amplísima: capacidad legislativa, policía propia, concierto económico, enseñanza transferida, prácticamente todas las competencias estatales están en manos de la administración autonómica. Y a nadie se le oculta que los terroristas no están en lo que están desde hace cuarenta años por un quítame allá esa competencia. ¿Qué margen queda entonces, que no sea precisamente el que ellos reivindican y que ha constituido su única razón de ser: la autodeterminación, la anexión de Navarra, etc.? Si para eso han matado, y de eso se acaba hablando en cuanto dejan de matar, ¿no es lícito suponer que, en definitiva, se han salido con la suya? Aquí sí vale la propiedad conmutativa: “mato si no me das” es exactamente lo mismo que “no mato si me das”.
Tercera. La principal, que probablemente encierre la respuesta a las otras dos y que ha de tener una respuesta muy sencilla, por más que yo no se la he escuchado. Señor Presidente, ¿qué está usted dispuesto a darles a los terroristas de ETA – Batasuna a cambio de que dejen de matar? Porque a cambio de nada no será: para eso no haría falta negociación ni diálogo, sino una simple entrega de armas y sumisión a los tribunales de justicia. El Presidente es un hombre honrado, y hemos de confiar en su palabra. Pero si no hay nada inconfesable, no existirá inconveniente para que nos diga pública y claramente dónde está su línea roja. Es simple: si se plantea el caso, ¿aceptaría el Presidente reconocer el derecho de los vascos a la autodeterminación? Si se plantea el caso, ¿estaría dispuesto el Presidente a aceptar que Navarra forme parte de Euskadi? Si se plantea el caso, ¿estaría el Presidente por la labor de presionar a Francia para que incorpore el País Vasco francés al “proceso”? Si se plantea el caso, ¿estaría el Presidente a favor de que los terroristas no cumplan sus condenas a cambio de no matar más?
Señor Presidente, si se plantea el caso, ¿defenderá usted la Constitución en todos sus extremos, tal como prometió hacer en su toma de posesión?
Sin duda sabrá disculparme lo directo del planteamiento. Yo estoy convencido de que el Presidente es un hombre honrado. He de estarlo, porque es el Presidente de mi país. Pero aclararía mucho las cosas y disiparía dudas de los descreídos que tuviese a bien responder de forma clara, directa y concreta (insisto: de forma clara, directa y concreta) a las preguntas anteriores, que en definitiva son tan enormemente sencillas que admiten, casi exigen, un sí o un no.
Respetuosamente,
Germont
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