De verlo y contarlo
"Si el hombre fracasa en conciliar la justicia y la libertad, fracasa en todo.” (Albert Camus)
Contemplando el rostro redentorista del cura Alec Reid plantado ante el fotógrafo junto a Otegi, el clemente, el misericordioso, me viene al magín aquel chusco eslogan del Gobierno vasco de hace unos años: “Ven y cuéntalo”. Eso nos decían mientras se proyectaban escenas idílicas de la cornisa húmeda de Iberia; al final del spot, creo, una extraña muchacha de mirada gélida en blanco y negro nos daba la espalda con parsimonia para perderse entre las brumas. Cada vez que veía aquello, sé que no soy el único, un escalofrío me recorría el cuerpo desde el hueso palomo hasta la cerviz. Aquella inquietante individua me recordaba más a un ectoplasma, a la chica de la curva o a una modelo de Eduardo Münch, que a una sanota y hospitalaria heredera de Aitor deseosa de que el triste común maqueto viajase al paraíso vasco con la sana intención de dejarse unos duros artístico-gastronómicos.
¿Qué demonios querrán estos tipos que contemos?, pensaba yo entonces, ¿tal vez que en esa Arcadia feliz se desparraman los sesos del personal por las aceras?, ¿que se quema todo lo quemable en sus ciudades?, ¿Que no hay libertad para respirar lejos de las verdades atávicas? ¡Ah! Entonces prefería sonreír de medio lado para irme de vacaciones bien lejos de Dios y las leyes viejas. Y ahora, a nada de eso que los fantasmas emboinados llaman “tregua indefinida”, el luminoso lehendakari ha dado en convocarnos de nuevo para que acudamos en tropel a su verde tierra de promisión. Hace tiempo que por allí se cocina con cogollos de indiferencia, aquí no pasa nada, ven y cuéntalo, son 600 euros. Claro que no pasa nada, hasta la llamada clase política, salvo excepciones “crispadoras” como la de Rosa Díez, toma para sí el ininteligible lenguaje de los asesinos nacional-leninistas, tregua, punto final, fin de las penas impuestas en juicios injustos por un Gobierno extranjero, todos a casa y referéndum con Navarra. Al fin, muchos, muchísimos, de los que viven por allí hace tiempo que han asumido que aquel follón no iba con ellos, eran cosas provocadas por el estado español invasor, vamos, una lucha de liberación de baja intensidad que molestaba poco al vasco medio del PNV, bien instalado en una sociedad señalada por el privilegio foral.
Pues bien, como muchos, hace años que pienso que lo mejor para que estos tipos sin oficio y amigos de lo ajeno dejen de matar es plantificarles un referéndum a la canadiense en los morros. Pero, aún así, ¿Cómo va a tener este Gobierno redaños para hacer que los asesinos cumplan sus penas y paguen lo que deben a las víctimas? Ni lo sueñen, no habrá justicia para los muertos, tampoco para los extorsionados y los exiliados, su destino está ya bien escrito, conformarán la legión de desgraciados que se verá civilmente sacrificada en favor de una llamada paz, que será por la independencia o nunca lo será. Entretanto, el cura asimétrico Alec Reid seguirá impartiendo su folclórica doctrina desde su pedestal de fe nacionalista, donde los pistoleros son luchadores por la libertad y los secuestradores son artífices de la paz, mahatmas del nuevo orden. Pues que sea otro el que vaya y lo cuente, a mí no me da la gana.
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