Utopía o Libertad o porqué Zapatero soporta a Morales
Nace el pez, que no respira,
aborto de ovas y lamas,
y apenas bajel de escamas
sobre las ondas se mira,
cuando a todas partes gira,
midiendo la inmensidad
de tanta capacidad
como le da el centro frío:
¿y yo con más albedrío
tengo menos libertad?
(Calderón de la Barca: La vida es sueño)
"¡Ay mísero de mí! ¡Y ay infelice!", eso, poco más o menos, fue lo que se me ocurrió decir, emulando al inmortal Segismundo, al contemplar el enésimo éxito internacional de nuestro particular Mr. Chance. No es para menos, ha sido curiosa de ver la última boutade de Evo Morales en la cumbre de Viena. Orgulloso de su hazaña nacionalizadora, convencido de su papel en la Historia, espeta contra Zapatero el sermón global, la reprobación pública de sus actos, le afea la conducta por no haberse espabilado lo suficiente en condonar la deuda exterior que Bolivia mantiene con España, ¿qué hay, además, señor Zapatero, de la duplicación de ayudas si triunfaba el mesías indigenista, o sea yo?, le dijo, ¡ah, españoles!, esos ladrones voraces y dilapidadores, tras 500 años de sujeción y oprobio siguen sin cumplir sus promesas…Bien es verdad que el cocalero en teniendo a Zapatero frente a las narices, pareció dulcificar un tanto el discurso, no fuese que nuestro líder indomable le mandase a tomar viento.
Pues no tenía de qué preocuparse, las actitudes del gobierno socialista, esclavizado por un líder incapaz de abandonar tres o cuatro principios ramplones mal aprendidos y peor asimilados en la edad universitaria, jamás mostrarán la menor firmeza contra cualquiera que se proclame luchador social de izquierdas. Con Repsol recién tomada por la colectivización revolucionaria, nuestro firme e infatigable gobierno responde a Don Evo pasteleando con buenísimas palabras: Que no se enoje, que claro, que se hará lo prometido, que estas cosas llevan su tiempo…en fin, poco más o menos lo mismo que le dice a Chávez o a Castro, o lo que podemos suponer que le están diciendo a ETA. Buenas intenciones y hágase tu voluntad. Y es que con estas cosas de la ideología pasa que una vez que se aprenden los principios, cuesta mucho abandonarlos, a algunos les ocupa años, otros no cambian en la vida, tengo para mí que Zapatero pertenece a esta última e irredenta categoría: la insoportable milonga sectaria de la memoria histórica, lo poco que le importan los homúnculos con los que permite jugar a los alquimistas del reino, la desfachatez con la que maltrata a los débiles, a las víctimas de ETA, parece que también a las viudas, no apuntan a nada bueno, no, Zapatero no cambiará jamás, antes nos querrá cambiar a todos (y a todas, como dicen estúpidamente siempre que pueden él e Ibarreche, en ese discurso fatuo del "quedabien"), que permitirse encaminar uno solo de sus pasos hacia la sensatez.
Así que, para que se entienda, la radiografía del asunto presenta a un tipo de indumentaria concisa, bastante extraño y punto iluminado, defensor de una ideología inútil, periclitada desde hace décadas, que se queda con las propiedades ajenas y, en un ejercicio de monumental desvergüenza, acude a casa de los expoliados y les riñe por no espabilarse lo suficiente con la subvención a su chiringo colectivo. Pues bien, todo lo que responde el gobierno, en vez de enviar al muchacho de la chompa directamente a la recolecta del guano, que sería lo normal, le dice amablemente y con un punto temblón, al inigualable estilo Moratinos, que tenga paciencia que será convenientemente atendido.
La cosa tiene enjundia y da que pensar. Nos obliga a cavilar, por ejemplo en el incomprensible, o no tanto, éxito del historicismo, ese creer, con Evo, con Zapatero, que todo acontece en estricto cumplimiento de ciertas leyes sociales inalterables, que se cumplen de forma tan inexorable como el verano sucede a la primavera. Que la Historia siempre se repite, que no hay nada que el ingenio humano pueda aportar al respecto. La premisa, en suma, de la explotación del hombre por el hombre que sólo terminará con un trasunto de isonomía instaurada por un estado en permanente y totalizadora vigilancia, eternamente ocupado en un supuesto y justo reparto. Sólo así se entiende la sintonía de Zapatero, socialista y de izquierdas ante todo, según pregona ante cualquiera que le preste oídos, con la tripleta americana, o sea Fidel, Chávez, Evo y los que van viniendo. Creíamos que los partidos socialistas europeos habían superado definitivamente el sarampión del dogmatismo marxista, somos socialistas antes que marxistas, dejó dicho Felipe González, pero parece que aquello era sólo una postura estética, para su sucesor leonés, Marx, o al menos su personal interpretación, existe, vivo y muy lozano, y cada día que pasa nos ofrece una nueva muestra de ello. Su obsesión en uniformarnos, en igualarnos, en regirnos bajo el encorsetamiento de miles de leyes, cuantas más mejor, véase el Estatut, empeñado en regular hasta los paisajes públicos, colocan a este gobierno cautivo de los enemigos de la libertad, no puede luchar contra ellos por la sencilla razón de que se han convertido en sus verdaderos aliados ideológicos. Un ejemplo más de la vieja dicotomía entre utopía y libertad.
"¡Ay mísero de mí! ¡Y ay infelice!", decía al principio, no es que me encuentre en estado tan lamentable, sino seguramente más lisonjero, pero sostengo que el lamento compartido permite las más de las veces soltar el lastre que causa el disgusto. Además, al menos nos resta el consuelo de saber que por fortuna todavía vivimos en democracia y las urnas pueden cualquier día enviar a estos tipos que nos rigen a la escuela de primeras letras de la que nunca han debido salir, al menos sin un sambenito bien grande y bien ostentoso que nos pudiera avisar puntualmente del peligro que traían consigo, señaladamente la visión interesadamente sesgada de la realidad, una trayectoria vital de poco estudio y mucha asonada, una capacidad de razonamiento limitada a los preceptos del catecismo historicista y una vida civil inoperante cuando no nula. Es lo que tienen las sociedades abiertas, permiten suponer un futuro razonablemente halagüeño, como decía Raymond Aron: "Hay que ser siempre pesimista en el presente, activo en el futuro inmediato y optimista a largo plazo!
Pues no tenía de qué preocuparse, las actitudes del gobierno socialista, esclavizado por un líder incapaz de abandonar tres o cuatro principios ramplones mal aprendidos y peor asimilados en la edad universitaria, jamás mostrarán la menor firmeza contra cualquiera que se proclame luchador social de izquierdas. Con Repsol recién tomada por la colectivización revolucionaria, nuestro firme e infatigable gobierno responde a Don Evo pasteleando con buenísimas palabras: Que no se enoje, que claro, que se hará lo prometido, que estas cosas llevan su tiempo…en fin, poco más o menos lo mismo que le dice a Chávez o a Castro, o lo que podemos suponer que le están diciendo a ETA. Buenas intenciones y hágase tu voluntad. Y es que con estas cosas de la ideología pasa que una vez que se aprenden los principios, cuesta mucho abandonarlos, a algunos les ocupa años, otros no cambian en la vida, tengo para mí que Zapatero pertenece a esta última e irredenta categoría: la insoportable milonga sectaria de la memoria histórica, lo poco que le importan los homúnculos con los que permite jugar a los alquimistas del reino, la desfachatez con la que maltrata a los débiles, a las víctimas de ETA, parece que también a las viudas, no apuntan a nada bueno, no, Zapatero no cambiará jamás, antes nos querrá cambiar a todos (y a todas, como dicen estúpidamente siempre que pueden él e Ibarreche, en ese discurso fatuo del "quedabien"), que permitirse encaminar uno solo de sus pasos hacia la sensatez.
Así que, para que se entienda, la radiografía del asunto presenta a un tipo de indumentaria concisa, bastante extraño y punto iluminado, defensor de una ideología inútil, periclitada desde hace décadas, que se queda con las propiedades ajenas y, en un ejercicio de monumental desvergüenza, acude a casa de los expoliados y les riñe por no espabilarse lo suficiente con la subvención a su chiringo colectivo. Pues bien, todo lo que responde el gobierno, en vez de enviar al muchacho de la chompa directamente a la recolecta del guano, que sería lo normal, le dice amablemente y con un punto temblón, al inigualable estilo Moratinos, que tenga paciencia que será convenientemente atendido.
La cosa tiene enjundia y da que pensar. Nos obliga a cavilar, por ejemplo en el incomprensible, o no tanto, éxito del historicismo, ese creer, con Evo, con Zapatero, que todo acontece en estricto cumplimiento de ciertas leyes sociales inalterables, que se cumplen de forma tan inexorable como el verano sucede a la primavera. Que la Historia siempre se repite, que no hay nada que el ingenio humano pueda aportar al respecto. La premisa, en suma, de la explotación del hombre por el hombre que sólo terminará con un trasunto de isonomía instaurada por un estado en permanente y totalizadora vigilancia, eternamente ocupado en un supuesto y justo reparto. Sólo así se entiende la sintonía de Zapatero, socialista y de izquierdas ante todo, según pregona ante cualquiera que le preste oídos, con la tripleta americana, o sea Fidel, Chávez, Evo y los que van viniendo. Creíamos que los partidos socialistas europeos habían superado definitivamente el sarampión del dogmatismo marxista, somos socialistas antes que marxistas, dejó dicho Felipe González, pero parece que aquello era sólo una postura estética, para su sucesor leonés, Marx, o al menos su personal interpretación, existe, vivo y muy lozano, y cada día que pasa nos ofrece una nueva muestra de ello. Su obsesión en uniformarnos, en igualarnos, en regirnos bajo el encorsetamiento de miles de leyes, cuantas más mejor, véase el Estatut, empeñado en regular hasta los paisajes públicos, colocan a este gobierno cautivo de los enemigos de la libertad, no puede luchar contra ellos por la sencilla razón de que se han convertido en sus verdaderos aliados ideológicos. Un ejemplo más de la vieja dicotomía entre utopía y libertad.
"¡Ay mísero de mí! ¡Y ay infelice!", decía al principio, no es que me encuentre en estado tan lamentable, sino seguramente más lisonjero, pero sostengo que el lamento compartido permite las más de las veces soltar el lastre que causa el disgusto. Además, al menos nos resta el consuelo de saber que por fortuna todavía vivimos en democracia y las urnas pueden cualquier día enviar a estos tipos que nos rigen a la escuela de primeras letras de la que nunca han debido salir, al menos sin un sambenito bien grande y bien ostentoso que nos pudiera avisar puntualmente del peligro que traían consigo, señaladamente la visión interesadamente sesgada de la realidad, una trayectoria vital de poco estudio y mucha asonada, una capacidad de razonamiento limitada a los preceptos del catecismo historicista y una vida civil inoperante cuando no nula. Es lo que tienen las sociedades abiertas, permiten suponer un futuro razonablemente halagüeño, como decía Raymond Aron: "Hay que ser siempre pesimista en el presente, activo en el futuro inmediato y optimista a largo plazo!
Sartine
1 comentario:
Muchas gracias Bachi, tan amable como siempre, ¡pero si participo todo el rato! que soy juan Granados, o sea Sartine...
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