jueves, marzo 02, 2006

Símbolos y más símbolos

La cesión del castillo de Montjuïc a la ciudad de Barcelona es una vieja aspiración de la capital catalana. Para los que no la conocéis, sabed que el castillo se alza en la cima del parque de Montjuïc y que, como todos los edificios militares en países con historia convulsa, fue escenario de episodios poco felices. Desde su uso como prisión y escenario de ejecuciones de distinto signo, hasta bombardeos de sus cañones sobre la urbe, el castillo pasó a albergar un museo militar que hace décadas entró en franca decadencia, a alojar en sus fosos competiciones de tiro con arco y a ofrecer en todo caso unas espléndidas vistas sobre el mar y el puerto, amén de acoger alguna instalación de telecomunicaciones militares.

Hace muchos años que los sucesivos gobiernos municipales y ministros de defensa negocian las condiciones y plazos para reintegrar a la ciudad la titularidad. Ahora, en plena vorágine nacionalista, las tornas han cambiado: los separatistas ya han conseguido plantear en términos de “devolución a Cataluña” lo que era una cuestión puramente administrativa entre el ministerio y el ayuntamiento, acreditando nuevamente su innata capacidad para aprovechar cualquier eventualidad para llevar el agua a su molino. Si añadimos a la eterna cantinela reivindicativa el ingrediente militar, la operación les volverá a resultar enormemente rentable. Fuerzas de ocupación, actitudes coloniales, exigencias humillantes, histeria españolista, reminiscencias franquistas,... son las expresiones, siempre agradecidas para el nacionalismo, que pueblan los diarios y las tertulias.

El enigma será nuevamente entender porqué Bono se mete en un jardín del que sin duda saldrá trasquilado. ¿Le es rentable ejercer de aparatoso defensor de las esencias patrias poniendo como condición que en la fortaleza cedida ondee en lugar preferente la bandera española, para acabar “envainándosela”, que es lo que previsiblemente sucederá tras las eficaces gestiones del condonado Montilla a instancias del condenado Puigcercós? Y siendo éste el inevitable final, ¿no era más inteligente continuar con la tramitación meramente administrativa del asunto? Si un gobierno no es capaz de hacer que se cumpla la ley de símbolos oficiales, más vale que no haga tantos aspavientos. Nada hay más indigno que enarbolar la bandera nacional en vano, para acabar arrastrándola contigo en tu propia humillación.


Germont

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