domingo, diciembre 06, 2009
jueves, noviembre 20, 2008
¿Como nos ven desde Europa?
Por su interes, FORO LIBER@L recomienda la lectura de dos interesante artículos:
FRANQUISMO CON BARRENTINA de Cristina Losada
CARCAJADAS DESDE LONDRES de Francesc de Carreras
domingo, mayo 04, 2008
¡Es la soberanía, estúpidos!
Qué absurdo sería discutir sobre palabras, si éstas no fuesen utilizadas como la quijada del asno en luchas tribales guiadas por la ambición más mezquina e incitadas generalmente por líderes de vuelo gallináceo y de miras de una cortedad escalofriante.
La clase política catalana, salvo honrosas excepciones, lleva los últimos cinco lustros reivindicando para Cataluña la condición de nación, por lo general totalmente al margen del sentir y del vivir de los ciudadanos. En los últimos tiempos previos a la aprobación en el Parlamento del nuevo Estatuto, el supuesto debate alcanzó el paroxismo. Lo triste del caso es que la parte contraria entró al trapo de un debate que no debió aceptar nunca, porque le faltaba una premisa básica: una definición asumida por ambas partes de lo que significa “nación”. ¿Qué sentido tiene discutir si somos o no somos una cosa que ni siquiera sabemos lo que es? Especialmente si una de las partes en la discusión lleva en su propio nombre el término sobre el que se está debatiendo. El juego con las palabras siempre ha sido una especialidad de los nacionalistas: soberanismo, autodeterminación, independencia, autogobierno, han sido términos tradicional y sucesivamente utilizados para justificar nuevas y nunca satisfechas aspiraciones. Todos significan lo mismo, en definitiva: se usa uno u otro en función del auditorio y la ocasión, según se quiera asustar, tranquilizar, enardecer o manipular a quien escucha.
Probablemente la excesiva inteligencia, la profundización exasperante en la esencia misma de las leyes y de las palabras haga perder de vista el conjunto. Cuando uno despieza un reloj hasta lograr ver y comprender cada uno de sus más recónditos mecanismos, tendrá un conocimiento profundo y completo de su funcionamiento y secretos, pero se habrá quedado sin reloj. Seguramente nuestros muy sabios magistrados del Tribunal Constitucional pasan demasiadas horas sumergidos entre leyes y decretos y hayan perdido de vista la realidad elemental y prístina de las cosas. Como suele decirse, los árboles no les dejan ver el bosque, de tanto como se han adentrado en él. Sé que hay versiones menos benévolas que ésta sobre la actitud de la judicatura, pero necesito creer todavía en la honestidad de los encargados de impartir justicia.
Parece que el TC está dispuesto a dejar pasar como constitucional, o al menos como intrascendente, que el término nación figure en el preámbulo del estatuto de Cataluña. Seguimos en el mismo problema: ¿qué es una nación? Misión imposible la de optar por cualquiera de los centenares de definiciones que los tratadistas de derecho público han dado a lo largo de los siglos. Acudamos por lo tanto al diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, ya que en español deberían estar redactadas las leyes. Entre las definiciones que más o menos puedan servir, encontramos las siguientes: “conjunto de los habitantes de un país regido por el mismo gobierno”; “conjunto de personas del mismo origen étnico y que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición común”. Como suele pasar, ambas definiciones no hacen sino ampliar el problema, puesto que introducen nuevos términos igualmente discutibles (país, tradición, origen étnico).
Hay una solución más sencilla: ya que el nacionalismo reivindica la atribución a Cataluña de la condición de nación, vayamos a ver el término nacionalismo: “doctrina que exalta en todos los órdenes la personalidad nacional completa, o lo que reputan como tal sus partidarios”; “aspiración o tendencia de un pueblo o raza a constituirse en estado autónomo”. Parece que se va aclarando: para el nacionalismo, nación se asocia a estado propio. Si nos vamos a consultar la voz “soberanía”, vemos que es la “autoridad suprema del poder público”, y nos aparece la siguiente definición ligada al adjetivo “nacional”: “la que reside en el pueblo y se ejerce por medio de sus órganos constitucionales representativos”.
Así pues, parece que no es preciso ser magistrado del Constitucional para concluir que, para el nacionalismo y para cualquiera que no sea imbécil o traidor a la nación española, nación implica soberanía, y por tanto la discusión no es puramente semántica, sino un burdo caballo de Troya: si Cataluña es una nación, así lo proclama su parlamento, lo acepta el español y lo sanciona el Tribunal Constitucional, Cataluña es sujeto de soberanía. A partir de ahí, cuesta abajo. Nunca un estado soberano habrá puesto tan fácil la secesión de uno de sus territorios.
viernes, octubre 12, 2007
Mi amada España y "recuerdo aquello que amo", no lo que quiera el Gobierno
En homenaje a la Hispanidad. 12.10.2007. El señor Zapatero más que regir los destinos de España para que seamos una potencia mundial y vivamos felices se ha empeñado en ser el gran maestro de lo que hay que pensar y vivir.
La Virgen del Pilar. Sello
Por: Federico Rodríguez
Mi amada España.
El señor Zapatero más que regir los destinos de España para que seamos una potencia mundial y vivamos felices se ha empeñado en ser el gran maestro de lo que hay que pensar y vivir.
Su afición a ser gran maestro puede provenir de que en su "grupo" el Gran Maestro no es él pero le ha debido declarar "alumno aventajado". Los de ese tipo de entidades nunca se contentan con las ideas ordinarias de la vida... son especiales e iluminados con la misión de "cambiar el mundo" y "enseñarnos a todos los hombres su verdad"... pero paradójicamente, en este mundo relativista: su verdad es que "no hay verdad"... pero "eso tiene trampa".
Un ejemplo es su ley que llama José Luis Lapetra ley de la des-memoria histórica... y el hecho es que esa "des-memoria" olvida que sus revanchistas quisieron acabar con los católicos con una persecución de una crueldad sin precedentes. Y eso sí que lo quiero recordar para concluir la maldad, la cretinez y la mentira que se encierrra en una ley que llama héroes a "maquis" que eran bandoleros... y a personas que montaron esos jurados populares que condenaban a las personas por sus creencias.

¡Ya llevamos más de tres años de penitencia! y no queremos volver a la historia de "hace casi un siglo". Queremos progreso... no involución.
frid

Pongo este artículo en www.aragonliberal.es que ¡hoy nace con nuevo formato! aunque faltan todavía algunas aplicaciones como el buscador, los comentarios, el calendario, que estamos bajando del Mayflower
viernes, abril 20, 2007
Conozca el sueldo de los políticos españoles
El presidente del Gobierno recibe un sueldo anual de 89.303 euros, con unas pagas mensuales de 7.080 euros. Como complementos, el líder del PSOE cuenta con residencia oficial, medidas de seguridad y un coche de representación con escoltas. Zapatero es licenciado en Derecho en la Universidad de León, donde fue profesor ayudante de Derecho Constitucional
El salario anual de la vicepresidenta del Gobierno es de 83.936 euros, lo que en mensualidades se traduce en 6.995 euros. Es licenciada en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid, doctorada en Barcelona. Es especialista en Derecho Comunitario por la Universidad de Estrasburgo.
El presidente del Congreso de los Diputados tiene un sueldo de 181.106 euros anuales o 15.092 euros al mes. Además, cuenta con un complemento de manutención de 812,68 euros netos mensuales. Residencia oficial, medidas de seguridad y un coche oficial con escoltas. Marín es licenciado en Derecho, especializado en Derecho Europeo en la Universidad de Nancy y en el Colegio Europeo de Brujas.
La presidenta de la Comunidad de Madrid recibe 6.208 euros todos los meses, lo que asciende a 74.490 euros al año. Cuenta con residencia oficial. Es licenciada en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid.
El presidente de la Generalitat de Catalunya recibe 159.418 euros al año que se traducen en unas mensualidades de 13.285 euros. Al igual que ocurre en la Comunidad de Madrid, el jefe del Ejecutivo catalán tiene una residencia oficial.
El salario anual del alcalde de Madrid es de 90.590 euros, es decir, 7.549 euros al mes. Esa cantidad se traduce en 362 euros al día y 42 a la hora. Gallardón es licenciado en Derecho por la Universidad San Pablo CEU.
martes, marzo 27, 2007
El callejón sin salida que tenía al menos tres
- a mamporros; se nos da bien a los españoles lo de los mamporros. Después de todo somos humanos y nos debemos a nuestra condición de primates más o menos desarrollados.
- no moverse; o sea, nos quedamos como estamos, que es divertidísimo. Después de todo, nada es eterno y, qué diantres! riámonos, insultémonos, démonos patadas en los cojones, traicionemos por la tácita y a escondidas lo que firmamos en el 78! Total “pa” cuatro días que quedan.
- aprovechamos que es primavera y hacemos limpieza general. Por dónde empezamos? Por la Constitución. Nada de cambiarla a escondidas bajo pacto secreto y tal. Con luz y taquígrafos! Derogada por ley parlamentaria. Ya. Nuevo proceso. Y las preguntas clave:
lunes, febrero 19, 2007
¿Qué es ser español?
"¿Qué es ser español? ¿Entienden los españoles realmente quiénes son? La experiencia nos enseña que muchos de los que insisten en la importancia de «ser español» están usando la palabra «español» de una manera que es, a la vez, conflictiva y exclusiva."
El historiador británico Henry Kamen acaba de firmar un análisis acerca de la crisis de la identidad nacional en el Reino Unido y de los paralelismos que esta situación tiene en España.
Hace unos días el líder conservador británico, David Cameron, proponía la creación de una nueva fiesta nacional con la que puedan identificarse los nuevos ciudadanos llegados al Reino Unido. La facilidad con la que, a lo largo de los siglos, los británicos han sabido adaptarse a la Historia y a las más cambiantes circunstancias no debería caer en saco roto a los ojos de los españoles, que en estos asuntos solemos manejarnos con bastante rudeza. La conclusión a la que llega Kamen con respecto a nuestro país resulta un tanto estremecedora:
"El fracaso para definir [la identidad española] adecuadamente puede ser un serio defecto. Como consecuencia, no será sorpresa alguna si generaciones futuras de ciudadanos de España, que tienen sus orígenes en otras religiones y otras culturas, no logran desarrollar ninguna lealtad hacia el país en el que han crecido. Cuando esto suceda, España no sólo tendrá el problema de ETA, tendrá muchos problemas, y muchas crisis de lealtad del tipo de las que los británicos están ahora intentando ocuparse."
El artículo de Kamen resulta incómodo porque se interroga a propósito de la carencia de una definición identitaria de la nación española. Quienes nos enfrentamos a los nacionalismos tenemos claros los conceptos identitarios o, si se prefiere, patrióticos que se derivan de una interpretación constitucionalista de la identidad nacional. Pero seguramente nuestra visión del patriotismo y de la identidad adolece de exceso de elaboración teórica y de una desoladora falta de simbología, elemento indispensable en la configuración de cualquier identidad colectiva.
El patriotismo constitucionalista que hemos venido elaborando desde que comenzara el asalto nacionalista al Estado constituye una buena herramienta para enfrentarse al casposo panorama ideológico de los partidos etnicistas y a sus decimonónicos planteamientos. Pero no deja de ser una construcción teórica que, si bien resulta útil a la hora de diferenciarnos de ellos y de la herencia franquista, a la que tan próximos están, es poco adecuada cuando se trata de salir a la calle a exhibir nuestra maltrecha reclamación de unidad nacional.
Las circunstancias del Reino Unido y de España son distintas. Y seguramente nosotros estamos a punto de tirar la toalla en lo concerniente al intento de atraer a los nacionalismos, si es que no la hemos tirado ya. Nuestra adaptación a las circunstancias se llamó estado de las autonomías, y no ha servido para gran cosa. Ahora estamos en otra fase, en la de recuperar para el Estado las cesiones hechas a cambio de lealtades que jamás existieron más que en la retórica oportunista y circunstancial de los líderes etnicistas de los 70 y los 80.
Sin embargo Kamen tiene razón: prescindiendo del hecho de la persistencia de los nacionalismos, no tenemos una idea clara de nuestra identidad ni en el terreno simbólico, ni en una elaboración teórica al alcance de la mayoría. Sabemos lo que no queremos. Seguimos siendo a base de negar, nos definimos por lo que rechazamos.
También es cierto que nuestra brevísima democracia no ha dado para mucho más. Nos falta tiempo. Aunque a decir verdad, hemos avanzado más en la construcción de una identidad nacional y de un patriotismo actualizado durante estos años de zapaterismo que en el medio siglo anterior.
Mientras aguardamos a que aparezcan mentes más lúcidas que iluminen los caminos por los que debe transitar nuestra idea de nación, de patriotismo y de identidad no nacionalista, no estaría mal que se abriera el debate. Y en este sentido el artículo de Henry Kamen es muy adecuado:
"¿Qué es ser español? ¿Entienden los españoles realmente quiénes son? Cuando uno de los jóvenes que se pelearon recientemente con otros chavales latinoamericanos, provocando importantes disturbios en la localidad madrileña de Alcorcón, fue criticado por su conducta, respondió: «Esto no es racismo, es ser español y defender lo nuestro». Sería difícil encontrar defectos en su argumento. En cualquier país del mundo, patriotismo significa proteger la forma de vida autóctona contra los extranjeros. Este mismo principio lo manifiesta un escritor de derechas de hoy cuando dice que «es más importante ser español que europeo».
"Desafortunadamente, la experiencia nos enseña que muchos de los que insisten en la importancia de «ser español» están usando la palabra «español» de una manera que es, a la vez, conflictiva y exclusiva. Para ellos, un español vive en una tierra imaginaria e ideal que no sólo excluye a la mayor parte de la raza humana, sino también a secciones de la población de la España histórica (en su momento, por ejemplo, judíos y musulmanes). Prefieren olvidar el hecho de que este país siempre ha tenido problemas en cuanto a su propio carácter, y que muchas naciones no son realidades permanentes, sino que han de luchar constantemente para conservar sus identidades.
"Este hecho, allá en 1640, lo expresaba un perceptivo Baltasar Gracián, cuando observaba (refiriéndose sobre todo al imperio) que «en la Monarquía de España, donde las provincias son muchas, las naciones diferentes, las lenguas varias, las inclinaciones opuestas, los climas encontrados, es menester gran capacidad para conservar, asi mucha para unir». En otras palabras, es difícil alcanzar y mantener una identidad firme. En el siglo XXI eso se ha hace aún más difícil, y aquellos que insisten en el concepto de «ser español» tendrán que aceptar la realidad de que serlo no es una realidad fija, que las condiciones sociales ya han cambiado lo que representa, y que habrá todavía más cambios en el futuro.
"Este problema identitario ya es agudo en el Reino Unido, donde el concepto de «ser británico» o incluso el de «ser inglés» no es hoy lo que era hace 100 años. Un escritor reciente se lamentaba en The Times de que «la nación flota en busca de una definición donde agarrarse, ahora que todas las viejas características nacionales se han extinguido». Y, ciertamente, es verdad que «ser inglés» ha cambiado tan radicalmente que necesitamos mirar antiguos programas de televisión para visualizar la Inglaterra que una vez conocimos y creíamos que nunca cambiaría. Aquel país de tranquilos pueblos, de conversión educada con un acento inconfundible, de la iglesia de los domingos, del té con bollos de la tarde y de botes navegando por el río en tardes soleadas ha desparecido para siempre. En su lugar, la segunda mitad del siglo XX trajo cambios intensos y profundos: la secularización, la urbanización, la inmigración y, finalmente, el multiculturalismo, hizo volar el viejo sueño inglés y nos dirigió hacia un mundo que todavía no somos capaces de definir.
"En los últimos meses, han aparecido dos o tres libros (más recientemente, The English National Character, de Peter Mandler) que intentan examinar lo que ha ocurrido. El debate sobre la esencia británica ha llegado hasta el Parlamento, mientras los políticos intentan sugerir soluciones a la pérdida de identidad. El hecho es que el Reino Unido ha cambiado de manera tan fundamental que sus ciudadanos ya no saben si son británicos o qué son, y la nación -piensan muchos- ya no tiene una identidad clara.
"En circunstancias normales, los británicos aceptarían la situación y permitirían que se desarrollara la evolución lentamente. Sin embargo, como un reseñador del libro de Mandler apunta: «Su libro nos habla menos del carácter inglés que sobre pasadas autodefiniciones de identidad. Nos hace falta una nueva. Sin identidad, no puede haber lealtad. Y, sin algún reconocimiento de lealtad e identidad común, tenemos una sociedad en la que personas nacidas y criadas aquí pueden llegar a ser terroristas suicidas».
"Los británicos siempre estuvieron orgullosos de su capacidad para enfrentarse a Hitler en la Segunda Guerrra Mundial, al igual que lo habían hecho anteriormente contra Napoleón y, aún yendo más lejos, contra la Armada Invencible de Felipe II. La necesidad de autodefensa ayudaba a generar patriotismo e identidad. La supervivencia de Gran Bretaña reforzaba el orgullo nacional, porque demostraba que todas las clases sociales eran capaces de unirse en contra de las amenazas dirigidas contra su seguridad y su cultura. La supervivencia también daba más confianza, y ayudaba a fortalecer muchos mitos sociales, aunque éstos no eran en general conflictivos y con el tiempo se resolvían por sí mismos. Las distinciones de clases, por ejemplo, empezaron a erosionarse, y se puso rápido remedio a la exclusión de las mujeres de la vida pública. Del mismo modo, los británicos lograron absorber las muy difíciles décadas de la inmigración extranjera en el siglo XX, y fueron capaces de aceptar con considerable tolerancia una nueva sociedad en la que caras de color moreno y negro ocupaban un significativo lugar al lado de las blancas.
"Sin embargo, ¿aceptaban todas aquellas nuevas caras formar parte de la cultura nacional británica? ¿O, por el contrario, nunca se integraron en la nación y su cultura? ¿Y qué decir acerca de irlandeses y escoceses? ¿Estaban contentos con el estado de cosas? Comentaristas recientes parecen sugerir que los escoceses (que siempre han sentido que ellos eran más británicos que los ingleses) están consiguiendo la suficiente seguridad en sí mismos como para ya no necesitar identificarse con sus vecinos del sur. En absoluto son antiingleses, pero empiezan a apreciar que Escocia tiene su carácter distintivo. La consecuencia de los acontecimientos del último medio siglo, entonces, es que ya no estamos seguros de lo que significa ser británico. Efectivamente, la definición del ser británico ha tenido que cambiarse para hacer posible la cohesión social.
"¿Ha sido ése un desarrollo poco saludable? No necesariamente. De hecho, como Mandler enfatiza, «ser inglés», lejos de ser un juego identificable de atributos, ha sido siempre una variable e inconsistente noción, modificándose para venir bien con las necesidades del momento. En cada siglo y generación, hubo distintas maneras de definir las características nacionales. Lo que no ha cambiado, por supuesto, es la necesidad básica de la lealtad de los individuos y grupos multiculturales. Es la razón por la que, esta semana, el líder del partido Conservador, David Cameron, ha sugerido que debería crearse una nueva fiesta nacional para ayudar a que las nuevas comunidades se identifiquen directamente con la sociedad en la que viven.
"La voluntad de un pueblo tan tradicional como el británico de reconsiderar los atributos básicos de una identidad nacional debería dar cierto ánimo a los españoles, que nunca han disfrutado nada remotamente parecido a una identidad nacional. Es significativo que cuando algunos protagonistas del «ser español» intentan definirlo usan definiciones que evitan afrontar la compleja realidad de la Historia peninsular y buscan refugio en antiguos mitos o en una ideología política de la década de los 30 del siglo pasado. El resultado es que su punto de vista de «ser español» acaba siendo históricamente falso, demagógico e incluso racista. Sin embargo, al menos ellos han intentado, como Ramiro de Maeztu, definir identidad nacional.
"¿Qué podemos decir sobre el fracaso de otros para crear una visión alternativa de España? Es sorprendente que los liberales estén de acuerdo con la identidad de España pero jamás hayan hecho -que yo sepa- ningún intento para definirla. Como saben los sociólogos, la identidad no es algo que existe, siempre necesita que se la construya y defina.
"El fracaso para definirla adecuadamente puede ser un serio defecto. Como consecuencia, no será sorpresa alguna si generaciones futuras de ciudadanos de España, que tienen sus orígenes en otras religiones y otras culturas, no logran desarrollar ninguna lealtad hacia el país en el que han crecido. Cuando esto suceda, España no sólo tendrá el problema de ETA, tendrá muchos problemas, y muchas crisis de lealtad del tipo de las que los británicos están ahora intentando ocuparse." Henry Kamen, El 'ser español' y la difícil convivencia social .Fuente: Bye, Bye, Spain. Una reflexión sobre los nacionalismos