viernes, julio 07, 2006

El eslabón perdido



Nos empeñamos en ser ciegos, sordos y mudos. No queremos ver la realidad aunque nos la planten ante los ojos, no queremos escuchar la evidencia aunque sea estridente, y no nos atrevemos a propagar las verdades de forma decidida y militante, para que los demás también las perciban.

Quizá el caso más claro sea el de la relación entre las diferentes ramas del nacionalismo vasco. Que básicamente son dos: la directamente violenta y la simplemente chantajista. Porque, sin entrar en las actuaciones tipificadas en el Código Penal, solo de chantajistas cabe calificar actitudes que constantemente amenazan con romper la baraja, con desacatar las leyes, con "impugnar" (¿?) la Constitución, con convocar una consulta ilegal, etc. Pero es que siempre, quien más y quien menos, con la boca pequeña, en petit comité o en la intimidad de la alcoba, ha pensado que entre el PNV y ETA había algo más que una patria común.

El juez Marlaska ha hallado, mira por dónde, el eslabón perdido. Gorka Aguirre, directivo del PNV, ejercía de mensajero de los terroristas. Repartía cartas de extorsión, negociaba quitas y esperas, recaudaba fondos y pagaba a los terroristas, al tiempo que atendía peticiones especiales de los dioses vascos que intercedían por algún empresario molesto por considerar que su aportación a la causa vasca era excesiva. Ahí Gorka hacía lo que podía, pero siempre con una máxima de honesto comerciante: un trato es un trato. Que una de las partes lo aceptase con una pistola en la sien no deja de ser un detalle tal vez antiestético, pero motivado sin duda por la represión españolista.

Tan completo era el servicio del bueno de Gorka, que llegaba a informar a los pobres etarras, siempre en peligro por la agobiante represión, que les facilitaba incluso las matrículas de los coches policiales que les acechaban. Saber cómo las obtenía sería una interesante investigación, que nos llevaría probablemente a otro eslabón. Pero no es probable que suceda, en los tiempos de paz y reconciliación que corren, no vaya a suceder que los eslabones se acerquen tanto al extremo de la cadena que atisbemos quién está al cabo. Que ya lo sabemos, en realidad. Pero es más cómodo ser ciego, sordo y mudo, que insistir en ser mudo cuando se ha visto y se ha oído, cuando se tienen todas las evidencias en la mano. Las evidencias de que en una parte de España gobiernan la mafia y los terroristas, en un equitativo reparto de papeles. Y que lleva siendo así desde los inicios del estado autonómico, y que ningún gobierno de España se ha atrevido a meter mano en ese pozo de mierda que es el País Vasco. Una mierda en la que, por cierto, flota feliz una parte muy importante de la población.

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