martes, marzo 21, 2006

Terror en el Principado...

... y horror en el hipermercado, podríamos decir parafraseando aquella cancioncilla de los 80 o así. Porque realmente más vale tomárselo a broma, aunque sea una cosa muy seria. Todos los imperios y reinos míticos han tejido sus historias a partir de lances heroicos y los han aderezado con pequeños o grandes mitos que han ayudado a labrar leyendas imperecederas. Cataluña no iba a ser menos. Sus campeones se enfrentan en feroces justas en las que sobra el valor y se viven momentos de heroísmo sin par. El pueblo, y en particular los heraldos que transmiten las noticias, viven con auténtica pasión y verdadero terror, con el corazón en un puño, la virulencia de los enfrentamientos.


No ha mucho enfrentóse el feroz Pasqual al noble Artur, acusándole con gesto admonitorio de tener un problema con un misterioso y cabalístico tres por ciento. Reaccionó el bravo Artur asiendo al caballero Pasqual por do más duele, conminándole a rectificar. Y el valentón Pasqual “miró de soslayo, fuese y no hubo nada”.

Quiso el príncipe Pasqual en otro lance sustituir algunos miembros de su corte. Plantóse Carod, secundóle Bargalló, ofendióse Saura, túrbose Puigcercós... y el valentón Pasqual "miró de soslayo, fuese y no hubo nada"

Anunció en otra ocasión el paladín Carod que se opondría a una de las más importantes leyes del principado, y el príncipe Pasqual desenvainó su tizona retándole a que, si seguía tal proceder, abandonase la redonda mesa del consejo. Carod siguió en su empeño y no cesó en su cargo. Y cuando todos esperaban el choque de los aceros, el valentón Pasqual “miró de soslayo, fuese y no hubo nada”.

En fecha aún más reciente, el noble Carretero insultó al príncipe del vecino reino. De nuevo Pasqual, desoyendo el dicho que reza “no me saques sin razón, ni me envaines sin honor”, enarboló su arma justiciera tronando flamígero en demanda de una disculpa. Negóse Carretero, respaldóle Carod, y el valentón Pasqual, nuevamente, “miró de soslayo, fuese y no hubo nada”.

Y al fondo, cual versión vernácula de las ocas capitolinas, las gallinas alzaban su vuelo majestuoso atronando el espacio con sus ásperos graznidos: “Cataluña, Cataluña,...”, mientras los escribanos llenaban pergaminos y pergaminos analizando los matices de cada duelo, buscando cual arúspices sesudas interpretaciones tras cada gesto, tras cada renuncia, tras cada soslayo, tras cada nada. Y así se forja día tras día la leyenda del heroico Principado, y así dejan constancia de ello las crónicas.


Germont

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