domingo, diciembre 07, 2008

Violencia verbal

Llevamos unos días curiosos. Ciertos políticos parecen estar inspirados en dejarse llevar por sus emociones primarias, sin someter lo que dicen a filtro alguno. Como se dice vulgarmente, se les calienta la boca.

Primero fueron las críticas a Esperanza Aguirre tras los atentados de Bombay. El eurodiputado Guardans y el PSOE, principalmente a través de José Blanco, se cubrieron de gloria.

Luego las declaraciones del alcalde socialista de Getafe y presidente de la FEMP respecto a los votantes del PP. Las disculpas y las excusas posteriores, mezcladas con su falta de responsabilidad y la incapacidad de asumir las consecuencias de sus declaraciones, retratan al personaje.

Y por último, Carod-Rovira proclamando el proximo advenimiento de la república catalana y la sustitución de la delegación de la Generalitat en Madrid por la Embajada de la República Catalana haciendo saber que no piensa acatar lo que decida el Tribunal Constitucional. Para rematarlo, ayer Joan Tardá (ERC) participa en un acto de quema de la Constitución y exclama que “hay que matar al Borbón”, aclarando después que era un grito patriótico del siglo XVIII y que se refería al ya difunto Felipe V. Por supuesto, nos hace saber que el no pretende hacer nada y que sus palabras también han sido sacadas de contexto.

El común denominador de todas estas incontinencias verbales es el odio al PP y a España. Desde Cataluña se suele canalizar el odio general hacia España a través del odio a la Corona y al PP. Siempre buscando la identificación con el franquismo o con elementos fascistas de cualquier tipo.

La cuestión que me preocupa es que desde posiciones liberal conservadores uno tiene que defender sus principios atendiendo a criterios de lo políticamente correcto, procurando buscar los puntos de contacto, empatizando con su interlocutor para lograr la armonía total.

Sin embargo, haga lo que haga el PP, la respuesta siempre es la misma. El odio hacia JM Aznar y Esperanza Aguirre sobrepasa las cuestiones ideológicas. Las críticas a Aguirre o el volver a sacar el tema de los vuelos de la CIA autorizados por JM Aznar (aunque según parece, de los 11 vuelos, 9 han tenido lugar bajo la presidencia de JLR Zapatero) van siempre en la misma línea. La misma que escuché ya hace unos años en Barcelona cuando un compañero de trabajo, muy catalán y demócrata, exclamó “que pena !!” cuando se supo que JM Aznar había sobrevivido al atentado de ETA.

Es el mismo planteamiento que circula sin cesar, pidiendo el cambio y la moderación del PP para que deje de ser la “derecha extrema” mientras se ataca constantemente con violencia verbal, insultos e incitando a la agresión. Venga desde la progresía española o desde los nacionalismos (catalán o vasco), el mecanismo siempre es el mismo.

No voté nunca a Felipe González y no voté ni votaré a JLR Zapatero. Pero no les odio. Solo juzgo su labor política y su actuación como gobernantes. Estoy en desacuerdo en casi todo. Pero no les odio. No siento ira ni rencor. Desde el punto de vista intelectual prefiero una República como forma de Estado. Pero respeto la Constitución votada por la mayoría de los españoles y pienso que el debate República-Monarquía no es prioritario y si algún día se abre se debería hacer desde la serenidad y el respeto. Mi preferencia por la República nunca me llevará a quemar fotos del Rey o a llamar al Rey “ciudadano Juan Carlos”.

Hay que saber separar los sentimientos extremos de la labor política. Tan importante como la educación intelectual es la educación sentimental. Algo que ni el eurodiputado Guardans, don Pedro Castro, don José Blanco, don JLl Carod-Rovira y don Joan Tardá no saben ni quieren saber.

Esa violencia verbal incontenida es preocupante. Uno se pregunta si Esperanza Aguirre tenía razón cuando le preguntaba a J. Blanco si en el fondo no estaba deseando que ella hubiera vuelto de la India “de otra manera”. Blanco respondió rápido a esa acusación. Pero eso forma parte del teatro. En ese juego de agresiones orales todo cuenta y ninguna palabra es dicha en vano. Ya sabemos que uno siempre es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras. Tan esclavo de sus palabras como de sus deseos. Tan esclavo, también, de ese talante reconvertido en una máscara grotesca, más propia de guerreros tribales que de políticos del siglo XXI.

dosmildoce.wordpress.com

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