martes, agosto 28, 2007

2014: el poder y la gloria

Por Antonio Jaumandreu

Por primera vez, un independentista catalán se ha atrevido a poner fecha a la secesión: 2014. Nada sorprendente, por otra parte: yo mismo, aunque esté mal la autocita, tengo escrito en varios sitios que deberíamos irnos preparando para ese 300 aniversario del famoso 11 de septiembre de 1714. No voy a perder el tiempo aquí discutiendo qué fue lo que Cataluña perdió en aquella ocasión. A los nacionalistas les interesa hacer pasar que se perdió la calidad de estado de Cataluña (falso), que fue una guerra contra España (falso) y que ahí se torció la historia (cierto para ellos, claro). Tanto da: es un hito temporal importante, que no van a dejar pasar.

Muchas risitas ha suscitado la declaración de Carod, pero yo no veo ni la gracia ni la posibilidad de que una sonrisa displicente baste para afrontar el reto. Quizá es hora de hacer balance de fuerzas, y asumir unos cuantos hechos. Primero, que la secesión de Cataluña no se decidirá aquí, sino que en última instancia su viabilidad dependerá de la firmeza que muestren el Estado y sus instituciones, y del marco legal al que puedan acudir para frenar la operación. Segundo, que la operación no viene sola: es evidente que los nacionalismos vasco y catalán actuarán en este asunto de forma concertada, quizá no pretendiendo coincidir en el tiempo con exactitud (más que nada porque el hecho vasco no quede eclipsado por la reivindicación catalana), pero sí tensando todas las cuerdas aprovechando el simbolismo de la fecha. Y no perdamos de vista a los alevines gallegos, aventajados alumnos en el delirio nacionalista. Tercero, que toda esta pandilla de visionarios (ya que así se les sigue queriendo ver desde las atalayas madrileñas) no son una partida de gamberros antisistema: de hecho, gobiernan en Cataluña, en el País Vasco, en Baleares, en Galicia, pueden gobernar mañana mismo si se lo proponen en Navarra, y en la práctica sostienen el gobierno de España. Así que poca broma, que los boletines oficiales y los presupuestos que manejan no son escasos. Un 30 % de la población de España y un 17 % de su territorio, incluidas las principales vías de comunicación con Europa. Cuarto, no nos quedemos con los estrambotes de Carod: agazapados detrás están los nacionalistas supuestamente moderados, que hoy por hoy huyen como de la peste del pronunciamiento de un referéndum, pero que en la tesitura de votar evidentemente no lo harán a favor de España. Simplemente, saben que hoy perderían, pero hasta 2014 falta tiempo.

Todo esto requiere, por descontado, una segunda legislatura de Zapatero. Y es por ello que puede darse por hecho que la tendrá. No le van a faltar apoyos al líder socialista, con tal de perpetuar su permanencia en el poder como dependiente de los nacionalistas. Es precisa esta segunda legislatura para acabar de cerrar de una forma u otra el tema del estatuto catalán, y para realizar las modificaciones legales imprescindibles para que todo esto “encaje”. Nos colocamos entonces en 2012. ¿Somos conscientes de lo que dan de sí unos presupuestos como los de esas comunidades, gestionados en su práctica totalidad con el único objetivo de “hacer país”?

Así que poca broma con 2014. El reto va muy en serio, y aquí hay que admitir que el que avisa no es traidor. Ellos tienen muy claro lo que quieren: el poder (que ya tienen) y la gloria de alumbrar el nacimiento de una nación. Y saben también cómo conseguirlo. ¿Podemos decir nosotros lo mismo?

Los árboles y el bosque

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