martes, marzo 27, 2007

Segur que tomba...

No sé si los no catalanes conocen la letra de “L’estaca”, aquella canción que Lluís Llach hizo célebre en las postrimerías del franquismo. “Si tu l’estires fort per quí, i jo l’estiro foro per llà, segur que tomba, tomba tomba, i ens podrem alliberar”. O sea, aunque no haga falta traducción, si tú estiras por aquí y yo por allá, seguro que cae y nos podremos liberar, refiriéndose a la supuesta estaca a la que estábamos encadenados.

El nacionalismo se caracteriza por tener la vista puesta en un prometedor futuro que se sitúa 300 años a sus espaldas. Con estos antecedentes, no es extraño que les siga resultando tan actual la trasnochada canción protesta que, total, tendrá cuarenta años. No hay más que ver con qué fervor y meticulosidad aplican tan sencilla y elemental receta. Un estirón desde Cataluña, un empujón desde Euskadi, un tirón en Galicia,… y la estaca, que ya se tambalea de forma evidente, acabará cayendo. Hasta hace no tanto, las embestidas eran más o menos tímidas, sobre todo porque los nacionalistas sabían que la estaca no iba a dejarse marear, y no hay nada que desanime más al separatismo que la resistencia numantina, en contra de lo que suele afirmarse. No es cierto que la negativa pertinaz enardezca los ánimos de los reivindicativos, todo lo contrario: la persistencia en el “no” tiene el efecto balsámico de aburrirles y de desmovilizarles.

Ahora, sin embargo, aprecian debilidad en la estaca. Y al igual que los buitres detectan aquella presa más vulnerable a sus acometidas, saben bien que es el momento de abrir frentes, de desestabilizar, de tensar. Un gobierno débil, y al propio tiempo ávido de apoyos que a cualquier precio le permitan permanecer en el poder, constituye el ideal absoluto de los pequeños partidos nacionalistas. Así, la receta es simple: tirones constantes, tensiones continuas, aderezadas con apoyos puntuales y palabras de aliento para que el gobierno se sienta motivado para continuar voluntariamente en esa dependencia casi patológica que le promete horizontes inacabables de poder. Que el ámbito territorial de ese poder se vaya reduciendo peligrosamente es un mal menor para los mediocres. A fin de cuentas, no haya como reducir el mundo a la escala de nuestra propia mediocridad para que ésta no se note tanto.

Hoy le tocaba a ERC dar su tirón, y ha lanzado a CiU un órdago importante: os damos la presidencia si convocáis un referéndum de autodeterminación. Curiosa situación la del catalán de Granada: mantener en su gobierno a quienes están proponiendo abiertamente defenestrarlo a cambio de un miserable plato que ni siquiera es de lentejas, sino de crispación electoral. No pasa nada. Montilla es el hombre tranquilo, el granadino impasible. O el presidente imposible. El oasis catalán, el mayor espejismo que los tiempos han visto, se acerca ávido al momento en que la estaca se desplome. ¿Y luego? Ah, ya se verá. La prioridad es el poder.


Germont

2 comentarios:

Fajardo dijo...

y los de este blog son los de la democracia? qué hay de malo en que un pueblo quiera ser independiente? no lo entiendo...

Anónimo dijo...

Yo tampoco veo nada malo que quieran independizarse, el problema está en que no todos los que residen en Euskadi la quieren, de hecho, son una minoría los independentistas.

Un saludo.