jueves, julio 06, 2006

El estómago de Pachi

Zapatero tiende puentes, caminos y avenidas a los terroristas. Pero lo hace desde la distancia que le dan el olimpo monclovita o el palacio de la Carrera de San Jerónimo (aunque sean sus pasillos: probablemente hemos de agradecérselo, porque tan miserable anuncio no debía ensuciar las paredes del hemiciclo).

Luego, sin embargo, quien tiene que bajar al terreno de juego a "mirarse a los ojos" con los terroristas es el correveidile de Pachi, ese Pachi López al que alguien, Girauta tal vez, bautizó felizmente como Pachi Nadie. Ese Pachi Nadie se sienta a la mesa, e intercambiará sonrisas corteses seguramente, con quienes volaron en pedacitos a su compañero Fernando Buesa y a su escolta. Y con los que reventaron la cabeza de Enrique Casas. Y de Ernest Lluch. Y de Fernando Múgica. Y de otros socialistas menos renombrados. Y por supuesto de ciudadanos anónimos, socialistas o no. Y Pachi Nadie no vomitará, ni se le revolverá el estómago. La acogedora sombra del coche oficial se perfila en el horizonte de este socialista que no duda en insultar y despreciar a sus compañeros que plantan cara aún día tras día a los terroristas, tanto a los heavies como a los lights, a los aizkolaris y a los recolectores de nueces.

De todos modos, aunque quisiese, Pachi Nadie no podría mostrarse duro e intransigente con los asesinos. No podría espetarles "vosotros asesinásteis a muchos de los míos". A fin de cuentas, los del otro lado de la mesa pueden reprocharles a los socialistas lo mismo. Es lo malo que tiene perder los principios, como decía no sé si Oscar Wilde: empieza uno asesinando y se puede acabar incluso diciendo mentiras.


Germont

No hay comentarios: