miércoles, abril 12, 2006

La izquierda tira al monte

O, por seguir con refranes, aunque la izquierda se vista de seda, izquierda se queda. El espíritu corporativo de las izquierdas tiene algunas manifestaciones evidentes. Una, su capacidad para formar coaliciones electorales inverosímiles frente a la derecha. Otra, la patita negra que les asoma por debajo de la piel de cordero cuando de aplastar al terrorismo izquierdista se trata.

No nos engañemos: la izquierda española (en especial, pero en buena medida la de cualquier parte del mundo), cuando llega el momento de escoger entre defender de la mano de la derecha los principios de la legalidad y del Estado de derecho, o facilitar una salida a una banda de asesinos a punto de ser derrotada, no lo duda más allá de cinco segundos. A fin de cuentas, un terrorista que lucha contra regímenes totalitarios (de derechas, por supuesto), o contra la desigualdad social, o contra el capitalismo, es siempre en el fondo “uno de los suyos”. Descarriado si queréis, excesivo tal vez, pero con objetivos comunes. Un francotirador iraquí, un talibán afgano, un terrorista vasco, un brigadista italiano, un okupa berlinés, ... Todos combaten al enemigo común de la izquierda: el capitalismo, el liberalismo, la globalización, el libre mercado, la derecha. Igual que ellos.

Esa es, más allá de conspiraciones que sin duda pueden ser ciertas y que no son más que el instrumento, la verdadera explicación de lo que está sucediendo en el País Vasco. Eso explica la foto de la infamia en la que cargos electos femeninos del Partido Socialista posan risueñas junto a la abogada que lucha día tras día por que salgan de prisión, o no entren en ella, aquellos que tal vez hayan asesinado a alguno de sus compañeros en un momento de euforia revolucionaria. O mejor: en el “contexto del conflicto”. Porque no sé si os habréis percatado de que la izquierda ha asumido ya sin reparos el lenguaje de los terroristas: se omiten palabras malsonantes como terrorismo o asesinato y se habla de conflicto o, a lo sumo, de violencia “venga de donde venga”.

Y es que la revolución eternamente pendiente a veces produce daños colaterales. Buesa, Casas, Múgica,... En realidad, muertes imputables al fascismo, a la reacción, a la derecha, porque ETA en definitiva, en su peculiar imaginario, nació como un grupo de luchadores por la libertad frente al franquismo. Una reacción de legítima defensa frente a la agresión fascista. ¿Que se pasaron de frenada una vez muerto el dictador, y como quien no quiere la cosa siguieren matando treinta añitos más? Nada de eso empaña su origen, y es por ello que no van a permitir ahora que tengan que salir de la historia por la puerta de atrás, ésa que conduce directamente al presidio de por vida. Hay que brindar una salida honorable a los que, en definitiva, nacieron como reacción al franquismo. En el fondo, tienen tanto de qué hablar...

Y si de paso se garantizan mutuamente unas eternas y bien repartidas cuotas de poder, qué más se puede pedir.


Germont

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